domingo, mayo 02, 2010

Entre angelito y diablito


Los desacuerdos internos se presentan cuando la persona boxea entre lo que desea para sí y lo que le impone la realidad. ¿Se ha confrontado usted con ese dilema?

por NÉSTOR LUIS LLABANERO | imagen: WWW.SHUTTERSTOCK.COM | DOMINGO 2 DE MAYO DE 2010


Una mujer que actúa poseída por el espíritu pacifista de Batichica no invalida la esencia guerrerista de la Gatúbela que lleva dentro. Por extremas que resulten, ambas cualidades -representadas en estos personajes de la ficción televisiva- forman parte de un todo. Sólo que la pugna exhibida en la serie entre la chica buena y la gata mala sólo tiene el objetivo de ver cómo el bien supera al mal. En la vida real, la situación opera diferente.

Cuando Raiza Ramírez, especialista en terapia Gestalt -rama de la psicología humanista-, menciona ambas actitudes como parte de una coexistencia, lo hace para graficar la encrucijada en la que muchas personas se encuentran a la hora de tomar decisiones, trascendentales o no para sus vidas. Se refiere a la batalla simbólica entre el angelito y el diablito, la cual no es ajena tampoco a los hombres.

"Todos atravesamos por esos momentos de debate personal, y cuando se impone el angelito no quiere decir que el diablito desaparezca de nuestra naturaleza, sino que en ese momento prevaleció uno de los dos".

De lo que se trata es de advertir a la gente que este duelo de pensamientos y sentimientos extremos forma parte de lo que el terapeuta argentino Norberto Levy llama "desacuerdos internos", una especie de diálogo donde las dos voces que hablan, a veces, no alcanzan un consenso, o se consigue lentamente generando malestar interno innecesario.


Sucede, por ejemplo, en casos tan cotidianos como el hijo casado enfrentado al dilema del deber que supone llamar a diario a su madre para saludarla y preguntarle cómo está. "La respuesta a esa interrogante debe partir de la necesidad que siente de llamar o no a la progenitora", especifica Irene Specht, presidenta del Instituto Venezolano de Escuelas Holísticas, IVEHO. "Hacerlo sólo por el deber es un mero cumplimiento de un rol que otros le establecieron".

Lo grave de privilegiar la mirada ajena, opina Specht, es que quien realice algo desatendiendo sus elecciones, corre el riesgo de irse convirtiendo en un ser desarticulado en sí mismo. "Actuar por lo que otro nos diga, no sólo nos aniquila sino que nos coloca en el último lugar de nuestras prioridades más esenciales".

EL DESACUERDO INTERIOR
Todas las personas dialogan con ellas mismas. Esto es normal y hasta sano. Son conversaciones o transacciones emocionales que permiten a cualquier individuo evaluarse, premiarse o regañarse. Al pronunciar estos puntos de vista, Raiza Ramírez dice que "lo interesante no es el diálogo interno sino la calidad del mismo".

Entonces pasa a comentar que si el diálogo es amoroso, éste se traduce en apoyo y compañía que ratifica el acuerdo interior. Es lo que representaría al angelito que habla.

Caso contrario, si el diálogo se basa en lo punitivo, éste se traduce en zozobra y compañía inadecuada, creándose el desacuerdo interior. Es el diablito contrapuesto al angelito.

Ramírez cita al autor argentino Norberto Levy, creador del abordaje terapéutico llamado Autoasistencia Psicológica, para precisar que el organismo humano funciona como una empresa con diversas gerencias. "Si dos gerencias de esa empresa (parte del organismo) están molestas, entonces se genera un desacuerdo interior. Pero, la complicación no es que exista el desacuerdo (en las mejores relaciones lo hay), sino que éste se cristalice o persista en el tiempo".

Ahora bien, dejarse llevar sólo por el angelito a la hora de tomar decisiones no imposibilita que una persona se autocuestione. Criticarse, subraya Ramírez, puede ser provechoso para el crecimiento. "Claro, el cuestionamiento a mí misma puedo hacerlo desde un llamado de atención sin llegar a herirme".

Por ejemplo, hay individuos que intentan erradicar su lado dadivoso luego de haber vivido experiencias de ingratitud con gente inescrupulosa. Es allí donde el angelito y el diablito van templando a la persona para que se defina entre esconder o mantener su rasgo dadivoso. "Si la decisión es erradicarlo creyendo que así se resguarda, está echando a un lado un aspecto interesante de la personalidad. Lo que debe hacer la persona es ajustar ese rasgo, administrarlo mejor, pero no penalizarse por lo que es en esencia", reflexiona Ramírez. "Buscar un equilibrio en la personalidad es una buena forma de conducirse".

¿PUEDE CAMBIAR UN MAYOR?
Mientras más adulta sea una persona, más compleja resulta la posibilidad de aprender a conversar consigo misma pretendiendo producir cambios a su vida. La razón es que cuando alguien va haciéndose mayor acumula historias que refuerzan formas de pensar difíciles de mover, aunque se encuentre ante la necesidad de hacerlo. Diferente ocurre con los niños, quienes al estrenarse a la vida se tornan dúctiles.

Sin embargo, tampoco es verdad el dicho popular aplicado a los humanos según el cual loro viejo no aprende a hablar. "Si la persona no tiene entrenamiento, por supuesto que le costará más hacer transformaciones", acuerda Irene Specht, presidenta del Instituto Venezolano de Escuelas Holísticas, IVEHO. "La coraza se hace más sólida y, en consecuencia, se atreve menos a salir de ésta".

Sin embargo, la especialista en terapia Gestalt, asegura que "las personas asimilan formas de conducirse a cualquier edad, con mayor o menor flexibilidad de acuerdo con el ambiente donde se haya criado".

Su opinión está fundamentada en el siguiente ejemplo: "Mientras una persona viva apegada totalmente a la cultura de su país, menos opciones tiene de ensanchar sus conocimientos sobre otras culturales nacionales. Así mismo pasa cuando alguien se expone sólo a un ambiente".

Y claro que, convertidos en adultos, existe la posibilidad de emprender viajes por sí solos. Pero, incluso, la forma cómo se realizan esas expediciones también influye en los logros de esa ampliación. "La psicoterapia es una forma de viajar más rápida al fondo de sí mismo. Y es un viaje que todos -unos más, otros menos- necesitamos hacer", asegura Specht.

La también especialista en adicciones y codependencias recuerda una verdad que justifica porque todos tenemos la necesidad: "los padres no llegaron al mundo con un manual, así que han tenido que adaptarse a distintas eras para ejercer bien su rol".

Conviene saber, según Specht, que cuando un individuo se esmera por acoplarse a nuevas realidades sociales, pueden producirse confusiones, hasta consigo mismo. Por eso, vale saber que una actitud no convierte a un ser humano en bueno ni malo. "Sencillamente porque en la vida nadie vive más allá del bien y del mal sino que vive en el bien y en el mal, y de lo que se trata es de no perecer en su objetivo de crecer como ser humano".

nllabanero@eluniversal.com
Twitter: @llabanero

Coordenadas
Raiza Ramírez 0414 284.1097 / 0412 963.1191

Entrevista publicada en la revista ESTAMPAS, del Diario El Universal. Caracas, Venezuela. Domingo, 2 de mayo de 2010.
Link: http://www.estampas.com/2010/05/02/

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