viernes, junio 06, 2008

¡Envidioso!


Algunas emociones tienen mala prensa. Parece que es un pecado sentirlas. Y el mandato social indica que si se experimentan, hay que disimular, bajarle el volumen y hacerlas desaparecer.

Este es el caso de la envidia. Ser envidioso o decirle envidioso a otra persona es casi un insulto.

¿Qué es la envidia?

Esta sensación aparece cuando otra persona logra obtener algo que yo deseo y que aún no he alcanzado. En esta emoción, aparece el dolor, la rabia y la necesidad por destruir “eso” que el otro individuo posee.

La envidia puede ser destructiva cuando trato de hacer algo para que el envidiado sienta la misma decepción o malestar que estoy sintiendo yo.

El verdadero tema

El centro de esta emoción no es lo que el otro posee o la destrucción de “eso” que él o ella tiene. El verdadero tema está en lo que me pasa con esa meta que no he alcanzado. En este caso, la eliminación del otro no es más que un medio para neutralizar la sensación negativa.

La envidia aumenta cuando además de lo señalado anteriormente, comienzo a creer que no tengo los suficientes logros acumulados como para equilibrar aquellos que me producen desazón.

Una forma de resolver esta sensación es “la doble reacción”. ¿Qué quiere decir esto? Dar cabida a todas las emociones que genera mi cuerpo. Es decir, saber que puedo sentir alegría por el logro de un amigo y al mismo tiempo, tristeza pues me recuerda lo que no poseo en este momento.


Texto basado en el libro: "La sabiduria de las emociones" de Norberto Levy

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