miércoles, mayo 09, 2007

La mejor copiloto del mundo

A Marga le encantan los autos. Desde pequeña le atraían mucho. Los miraba en la calle, por la televisión, en el cine, en sus sueños. Carros y carros de todos los tamaños y colores.

Cuando Marga era pequeña y andaba en bicicleta, se decía a sí misma que algún día andaría en auto y que sería la mejor copiloto que el mundo había visto.

A los 17 años se subió en lo que creyó que era su primer carro. Digo creyó, porque la verdad es que el auto ni era de ella ni estaba disponible. Dio un par de vueltas en esa camioneta y en un momento que fue al baño a hacer pipi, descubrió que el piloto junto al vehículo habían desaparecido para siempre.

Sus ganas de seguir andando la hicieron volver a intentarlo. Esta vez se buscó un auto más pequeño, de dos puertas. Era un auto tranquilo y cómodo, no corría mucho, así que Marga se aburrió en la tercera vuelta y se bajó.

Fue pasando el tiempo. A veces Marga se montaba en autos solo por la emoción de dar una vuelta en la pista de carrera. Sabía que el recorrido sería corto e igual se subía, disfrutaba intensamente la vuelta y regresaba a su casa con el mismo sueño: ser la mejor copiloto del mundo.

La siguiente vez se montó en un corolla negro. Ella sabía, desde el principio, que algo andaba mal con ese auto, igualmente insistió. Marga es así, perseverante cuando quiere alcanzar una meta. El carro dejó de funcionar varias veces, ella se bajaba con paciencia y lo empujaba. El auto volvía a andar unas cuantas vueltas más y luego, hacía lo mismo. Así estuvo un tiempo, hasta que el dolor la venció.

El siguiente auto en el que Marga se subió era deportivo. Color gris plateado. Dos puertas. Esta vez, ella, muy decidida a ser la mejor copiloto del mundo, aguantó algunos malestares. Carreteras en mal estado, calor, poca agua, ausencia de luz, ruidos. Marga estaba decidida a estar allí, sentía que si se bajaba, nunca lograría su meta. El tiempo implacable, la hizo ver lo que era visible desde el primer día. Ése no era el auto. Cuando quiso bajarse, le fue difícil. Se atascó el cinturón de seguridad y no podía irse a pesar de sus ganas absolutas de volver a las calles. Logró descender, eso sí, con varias heridas en manos y piernas. Ese fue el precio del auto deportivo.
Recientemente me encontré a Marga. Y la vi diferente. Cuando la miré, andaba a pie, cosa rara en ella. Y me contó lo siguiente:

¿Sabes? Hoy me di cuenta de algo importante. Me acabo de bajar de un auto. Un carro blanco, con sus detalles e imperfecciones e igualmente hermoso y maravilloso. El detalle es que no tenía asiento en el puesto de copiloto. Ahí fue cuando me di cuenta que no puedo ser la copiloto de un auto sin asiento en ese lugar. También recordé muchos de los autos en los que he paseado a lo largo de mi vida y me di cuenta que los viajes más duros y los más dolorosos los hice en carros sin asiento en el lugar del copiloto. ¿Cómo llegar a ser la mejor copiloto del mundo si no hay un asiento para mí? Es imposible de esa manera.

Dicho esto, Marga se alejó a pie. Había paz en sus palabras y también un dejo de dolor.

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