miércoles, febrero 25, 2009

Los órdenes del amor


El alemán Bert Hellinger, creó las Constelaciones Familiares, un método terapéutico que buscar reestablecer el orden a la familia del cliente y así, resolver algún tema pendiente.

Este abordaje, que puede ser realizado de manera grupal o individual, se rige por lo que el autor llamó “Los Órdenes del amor”, o las leyes sistémicas que actúan sobre el clan familiar.

Conócelas a continuación.

Sin exclusión
Todos los miembros de la familia pertenecen a ella. Alguna veces, ciertas personas del clan son excluidos por alguna razón dolorosa o vergonzosa. Por ejemplo, un niño que murió a temprana edad. Por el dolor que genera, sus padres prefieren hacer creer que lo olvidaron.
En este caso, el sistema busca equilibrarse y la forma que encuentra es que un miembro de una o varias generaciones posteriores retoma el asunto pendiente, se vincula con la persona que fue excluida y repite su destino. Es una manera de honrarlo.
Los miembros excluidos de la familia son los que terminan teniendo más impacto sobre ella.

Primero lo primero
Hay un orden en la familia. Es importante quién llega primero y quién después. Los abuelos son más grandes que lo padres y éstos más que los hijos. Quien ha venido antes tiene prioridad y tiene más derecho que aquellos que vienen después.
Por ejemplo, cuando una pareja tiene un hijo, este hombre y esta mujer son primero pareja (lo que vino primero) y luego son padres (lo segundo) Si la dupla se aboca a su hijo, la pareja corre riesgo.

Lo nuevo y lo anterior
Para formar un nuevo sistema, se debe dejar el anterior. Y, en este caso, el sistema actual debe tener prioridad sobre el anterior. Si una persona le da más importancia a sus padres o hermanos que a su pareja, las posibilidades de éxito en la dupla son limitadas.

La compensación
En todo sistema, hay un constante dar y recibir.
El dar y tomar entre padres e hijos es diferente al de las parejas.
En el primer caso, el regalo más grande que los padres dan a los hijos es la vida y no hay manera de compensar esto; la única manera de aliviar esta “deuda” es cuando los hijos tienen sus propios hijos. Un vástago no puede cambiar el destino de sus padres. Los padres dan y los hijos toman todo de ellos, sin cuestionar ni juzgar.
En una pareja, ambos integrantes están de igual a igual, por lo que ambos dan y ambos reciben. Si uno da mucho y el otro da poco, o si uno da y el otro se niega a tomar, el equilibrio se rompe.

Estos principios se cumplen de manera inconsciente y se repiten una y otra vez en los diferentes sistemas, gracias a la lealtad y al amor que tiene la persona con su familia.

Cada caso es único y estas leyes se manifiestan de diferente manera cuando se realiza una constelación. En ocasiones, sólo observar cómo una ley se rompe o se cumple, genera bienestar al paciente.

Para leer más de Constelaciones Familiares:

lunes, febrero 16, 2009

El elefante encadenado


Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. 

Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. 

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. 

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. A

lguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. 

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. 

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. 

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... 

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. 

Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

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Mi musa para escribir hoy está NULA. Igualmente quería publicar "algo".
Y encontré este cuento que me gusta mucho. Aparece en el libro "Recuentos para Damian" de Jorge Bucay.



miércoles, febrero 11, 2009

Mis otros NO


 Mis otros NO

Si bien voy a votar un rotundo NO este próximo domingo 15 de febrero de 2009, hay otros NO que se me ocurren en este momento y que quisiera compartir. Porque soy de las que cree que a un país no lo hace un gobierno, lo hace su gente. Cuando seamos mejores personas, ciudadanos y sociedad, es posible que tengamos un mejor gobierno, digno de nosotros.

Aquí están mis otros NO.


NO tires basura en la calle

NO te colees. NO te la des en vivo en una cola, creyendo que si te pones de primero, serás mejor que los demás.

NO robes al otro.

NO mientas descaradamente.

NO seas agresivo con los demás.

NO cometas agravios contigo. Quiérete.

NO cometas agravios contra tu pareja. Quiérela y respétala.

NO manejes tu carro como si no existiera nadie más en el planeta. En la autopista van otras personas como tú.

NO dejes de usar tu cinturón de seguridad.

NO incumplas las leyes de tránsito. Pon la luz de cruce, no pases por el hombrillo, no te le pegues demasiado a otro carro, piensa un poquito en los demás.

NO intentes que el otro haga lo que tú quieres que haga. Sé libre y deja libre al otro.

NO te hagas el loco cuando te dan más dinero en un vuelto. Sé honesto. Y si te toca darle dinero al otro, entrégaselo completo, sin quitarle un céntimo.

NO dejes de amar a tus hijos. Y por sobre todas las cosas, NO dejes de decírselo.


domingo, febrero 08, 2009

Los caprichos de Ma. V.

María Victoria Charusi de la Castaneda Blanco. ¿Es un nombre muy largo, verdad? Pues aunque parezca de mentira, es un nombre real.

Cuando conocí a Mª V. (para hacerlo más corto) tenía nueve años, estudiaba tercer grado y aunque no le gustaba mucho la escuela, asistía porque su papá era el dueño.

Vivía en una pequeña ciudad llamada Cantaclaro, que quedaba al lado de otra inmensa ciudad muy rica, grande y poderosa. Cantaclaro, a pesar de su tamaño, era una inmensa productora de carros, comida, ropa, muebles y muchas cosas más.

Pero volvamos a Mª V. Era una niña muy linda, aunque un poco floja. Prefería dormir a hacer sus deberes. O jugar antes que ayudar en su hogar. Tenía el cabello ondulado y largo de color marrón, que combinaba perfectamente con sus ojos del mismo color.

Era una chiquilla normal, pero como todo el mundo tenía un defecto: era muy caprichosa y siempre quería hacer lo que le diera la gana.

Su padre, el Sr. Charusi era un activo hombre de negocios, dueño de la mayoría de las fábricas de Cantaclaro. Era un hombre muy bueno y quería tanto a su hija, que la dejaba hacer y deshacer a su antojo. No le importaba, porque él tenía tanto dinero, pero tanto dinero, que creía podía complacer cualquiera de las peticiones de Mª V.

Al principio, la niña solo pedía cosas materiales: muñecas, ropa, zapatos, juguetes, peluches y todo aquello que por su mente pasara. Su padre, que no podía decirle que no y que no medía sus gastos con ella, abría su cartera y sacaba el dinero que hacía falta para complacer los gustos y caprichos de la pequeña.

Como ya ella sabía que su progenitor le daría lo que ella quisiera, optó por pedirle cosas cada vez más difíciles de conseguir y más costosas. Incluso, empezó a solicitarle algunas que no se compran con dinero.

Un día, muy temprano, le dijo a su padre que no quería ir al colegio.

     -         Hija, ¿por qué no quieres ir al colegio? – dijo el Sr. Charusi.
-         Porque no – contestó ella despreocupadamente.
-         María Victoria no es bueno que faltes al colegio…
-         No quiero ir, dijo ella de manera decidida.

Como el Sr. Charusi no podía decirle que no a su hija, le dio permiso para no ir al colegio, pensó que por un día de clase que la niña perdiera, el mundo no se iba a acabar.

Luego de unos días, no conforme con no querer ir al colegio, Mª V. no deseaba que nadie fuera, deseaba que por un día se suspendieran las clases para todos.

Su padre, entre sorprendido e indeciso, cuestionó la razón de su capricho. Ella, contestó como siempre: simplemente lo deseaba. El padre, nuevamente la complació y mandó a suspender las clases por cualquier motivo o razón.

Y así, entre su negativa de ir a clases cada vez que le provocaba y la suspensión de clases cada vez que la niña quería, los niños de Cantaclaro comenzaron a olvidar lo que habían aprendido a lo largo del año escolar.

Pero los caprichos de Mª V. no quedaron allí. Un día le preguntó a su padre:

     -         ¿Qué día es hoy?
-         Lunes – dijo él.
-         ¡Me gustaría tanto que mañana fuera domigo!, expresó la niña.
-         Pero eso es imposible María Victoria, dijo el padre con cara de asombro.
-         Para ti nada es imposible – respondió ella.
-         Pero, ¿cómo voy a cambiar un día de la semana por otro? No soy Dios…
-         Papá, todas las fábricas de esta ciudad son tuyas, puedes hacer que nadie trabaje mañana y así parecerá domingo. Además, puedes hacer que haya una hermosa feria como la de los domingos y así parecerá que es fin de semana – se le ocurrió a Mª V.

El padre de Mª V. no tuvo una respuesta inmediata, pero como no podía decirle que no a su hija, hizo lo que ella quiso. Y ese martes fue domingo.

En un primer momento, la gente saltó de la alegría al saber que no iban a trabajar y que tenían un día libre, pero a la vez se preguntaban qué día sería el siguiente: si lunes o miércoles.

Así pasó una y otra vez, cada vez que a Mª V. se le ocurría, le pedía a su papá que cambiara el día de la semana, o que cerrara el colegio, o cualquier cosa que por su mente pasara.

La confusión de la gente al no saber en qué día de la semana era, junto al olvido de los niños por no ir a la escuela y el de los trabajadores por no ir a las fábricas, convirtió a Cantaclaro en un pueblo pobre, triste y olvidado. Ya no era rico, alegre y poderoso, como solía ser.

Como las empresas trabajaban menos, producían mucho menos dinero, así que no había forma de pagar a los trabajadores y mucho menos obtener ganancias para la familia Charusi. El dinero del Sr. Charusi fue desapareciendo, porque todavía el padre de Mª V. no podía decirle que no a su hija.

Cuando se le terminaron sus ahorros, el Sr. Charusi tuvo que vender algunas de sus empresas a los señores de la gran cuidad vecina de Cantaclaro. Y a pesar de esto, el padre de Mª V. aún no le podía decir que no a su hija.

La gente comenzó a emigrar, buscando un mejor futuro para ellos y su familia. Algunas fábricas cerradas y la confusión seguían siendo las noticias de la ciudad. Las máquinas empezaron a oxidarse y los que quedaban en el pueblo, comenzaron a olvidarse de cómo hacer su trabajo y de lo que sabían. Los niños no fueron más a la escuela y así, pronto olvidaron cómo leer y escribir.

Mientras esto seguía pasando, Mª V. seguía en su cuarto, entre sus juguetes y sus caprichos, como si nada estuviera pasando, porque su padre no podía decirle que no.

El Sr. Charusi, luego de vender todas sus empresas, hipotecar la casa, vender lo que había dentro de ella, incluyendo su cama y gastar todo el dinero que tenía en sus cuentas, tuvo que decirle a su hija que también había que vender parte de sus cosas para poder comprar algo de comer.

Mª V. no entendía bien lo que pasaba, pero no hubo más remedio. Tuvo que deshacerse de todas sus cosas bonitas, sus juguetes, sus muñecas e incluso sus vestidos.

Los Charusi ya no eran ricos, ni Cantaclaro una ciudad con futuro. La familia tuvo que mudarse a la ciudad de al lado y empezar de nuevo.

El padre buscó trabajo como obrero en una fábrica de zapatos y ella, tuvo que empezar la escuela de nuevo. Mª V. también aprendió a hacer dulces criollos, para venderlos y así ayudar a su padre.

Con el tiempo, las cosas cambiaron y de esta manera fue como el Sr. Charusi aprendió a decirle que NO a su hija.

EPÍLOGO
¡Hola! Mi nombre es María Victoria. Les escribo esta carta porque quiero decirles algunas cosas.
Ustedes leyeron mi historia, ¿verdad? Bueno, de este cuento aprendí que no todo puede ser como yo quiero. Y a pesar de que pueda tener todo al alcance de mi mano, no quiero ni puedo pensar solo en mí. Aprendí a pensar en los demás.
También me di cuenta que es importante valorar lo que tengo y trabajar para poder alcanzar las metas que deseo.
Espero que ustedes también hayan aprendido algo. ¡Chao!
María Victoria Charusi de la Castaneda Blanco

Autora del cuento: Raiza Ramírez
Este cuento fue escrito en septiembre de 1993. 

lunes, febrero 02, 2009

Un ejemplo de humildad















Las palabras de Rafael Nadal (número 1 del mundo), luego de ganar el Abierto de Australia.

"No sé si ganaré más, pero lo que es seguro es que lo seguiré intentando. Nunca sabes cuándo pararás de ganar, así que siempre debes ser precavido, humilde, y seguir trabajando. No soy mejor ahora que hace cinco horas. Hay que saber quién eres antes del partido y quién eres después. La misma persona".

domingo, febrero 01, 2009

Tocar la plenitud


Fue un instante. Un momento. Un toque. No se exactamente cuánto tiempo duró, solo se que mientras duró fue perfecto.

Estacioné el auto y me fui caminando desde la puerta del colegio de mi chiqui al supermercado. Unos 500 metros quizá.  Era mediodía. Hacía sol. Y sobre la acera y bajo los árboles pude sentir una paz enorme, sin una razón aparente.

Respiré y me di cuenta que todo está bien. Que no tengo problemas de salud, económicos, familiares o de vida que me atormenten. Que no estaba esperando una llamada o mensaje en ese momento que me hiciera feliz o sonreir. Que tenía un momento solo para mi, para estar y disfrutar plenamente lo que estaba pasando en ese instante.

Y alli fue cuando me di cuenta que todo está bien. Parece mentira, pero al fin, todo está bien. 

Quizá lo que más me sorprende es que a pesar de las metas logradas y las no alcanzadas, puedo sentirme igual de plena. Porque la visión esta de "cuando pase equis cosa, voy a ser feliz", dejó de ser una verdad para convertirse en una frase hecha.

Puedo estar bien aquí y ahora. Sola o acompañada. Con los objetivos alcanzados o no. En Venezuela o en cualquiero otro país. A mediodía o a medianoche. 

E incluso lo que no está "tan bien", está chévere. Porque algo haré con eso cuando llegue el momento. Mientras tanto: bienvenida plenitud, tocarte ha sido maravilloso.




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