viernes, noviembre 10, 2006

SABOR A AGUA

Dedicado a todos los que alguna vez sintieron miedo...

Ramón es campeón mundial de clavados en Acapulco. Se fue a vivir a un país del Sur. Allí, en este nuevo lugar, no tenía amigos ni familia. Estaba solo. Así que cuando llegó, pasaba mucho tiempo haciendo lo que más le gustaba hacer: lanzarse al mar desde una piedra muy alta. Allí pasaba muchas horas.

A lo lejos de la playa que escogió Ramón para practicar sus clavados había varios restaurantes. En uno de ellos, “La olla encendida”, estaba Elena, la chef y dueña del local. Era muy conocida por sus ricos guisos y sobre todo, por usar picante en sus comidas.

Elena, desde su cocina, vio un día a Ramón caer al mar desde lo alto. Desde el primer momento sintió mucha curiosidad, no sólo por saber quién era ese hombre, sino por saber qué se sentía lanzarse al agua. Ella, a pesar de vivir tan cerca del mar, nunca se había metido en él. El miedo la vencía. Siempre daba excusas para quedarse seca. Cocinaba y se quedaba seca. A Elena se le ocurrió una idea para vencer su curiosidad.

Ramón extrañaba su comida típica. Extrañaba el sabor de su patria. Y ese lunes todo cambió. Como si alguien hubiera podido leerle la mente, Ramón recibió justo lo que estaba necesitando. Al salir del agua esa tarde encontró en la orilla del mar una bandeja de tamales y al lado una nota que decía: “Bienvenido”. Ramón comió todos los tamales y se sintió nuevamente en casa. Le llamó la atención el detalle y sintió curiosidad por saber quién le había dejado este regalo. Durante los días siguientes volvió a suceder. Ramón salía de mar y allí estaban los tamales, cada día con una nota diferente. “Disfrútalos. Yo disfruto ver cómo te sumerges en el agua”, decía uno de los papeles. Ramón contestó por primera vez. “Gracias por los tamales. Al comerlos me siento en casa. ¿Quién eres? Quiero verte.”, escribió en la nota.

Luego de recibir la nota de Ramón, Elena no se animó a aparecer nuevamente. Sintió el mismo miedo que cuando pensaba en el mar y en mojarse en él. Así que se encerró en su cocina y decidió no volver a dejarle tamales a Ramón en la orilla de la playa.

Ramón comenzó a extrañar. Salía del agua buscando la bandeja y las notas. Pasaron los días y nada pasaba. No había tamales, no había notas. El vacío volvió a la vida del clavadista. Así que él decidió buscarla.

Ramón comenzó a visitar todos los restaurantes de la playa. En todos ordenaba lo mismo: tamales. Ninguno era como los de la orilla de la playa. Hasta que llegó a “La olla encendida”. Llegó y pidió los tamales. Los reconoció al primer bocado. Ramón hizo llamar al chef. Elena salió de la cocina y lo reconoció de inmediato, estuvo a punto de no acercarse. Él se acercó y le dijo que la había estado buscando. Ella le dijo que el miedo la había vencido. “¿Miedo a qué?”, preguntó él. “Al agua. A ahogarme”, dijo ella. Hablaron mucho. Él le contó sobre sus miedos y ella sobre los suyos. Siguieron hablando durante mucho rato.

Un amigo que los conoce me contó que ahora Elena se moja los pies en la en la orilla de la playa mientras espera que él salga del mar. Ramón ya no extraña sus sabores, porque encontró uno nuevo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sencillamente Arrechísimo!! Esto me recuerda a una escena de la película "La vida secreta de las palabras" como diría alguien a quien aprecio mucho: "Exceleeeeente!"

Rafael dijo...

Guao que bella historia. Sin duda que entrar en el agua me puede dar la maravillosa oportunidad de sentir otros sabores. Tú cc

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