sábado, diciembre 22, 2007

Visiones

Ella miró hacia adelante. Y lo supo inmediatamente. Un motorizado manejando a contramano chocaría contra su vidrio y de allí rebotaría hacia el pavimento, se golpearía en la cabeza y quedaría allí sin conciencia un buen rato. No había manera de evitarlo, solo sería lo que sucedería en los siguientes 20 segundos de su vida.

Golpe seco contra el vidrio. Sangre. El motorizado en el pavimento. Y ella dentro de su carro. Sin saber, nuevamente, si alegrarse o asustarte. Tener visiones puede ser una bendición o todo lo contrario.

Una y otra vez le pasaba lo mismo. Podía saber lo que sucedería en el futuro inmediato, eso sí, no siempre ni con todas las personas. Ella no podía controlarlo, la imagen comenzaba a rodar como una película delante de sus ojos y ya no había manera de detenerla. Pocas veces pudo cambiar el curso de la historia. Sentía que ella era muy pequeña como para cambiar el destino. Simplemente, aunque fuera terrible y doloroso, lo tomaba como un “preview” de lo que sucedería, un anticipo, como ver el trailer de la película antes de ir al cine.

Esta condición estuvo siempre presente en su vida. Desde que recuerda. Desde que en el jardín de infantes, a sus cuatro años, le dijo a su maestra de una manera muy seria: “Ese matero que está arriba se va a caer y la va a golpear en el pie. No va a sangrar, pero sí le va a doler”. La maestra con cara de sorpresa, susto y un toque de burla la mandó directo a su silla. Apenas tuvo tiempo para terminar la frase. Acto seguido aullaba del dolor por el matero que se le reventó en el pie derecho.

Y así siguieron repitiéndose las historias una y otra vez. Pudo ver cómo sería su primer beso antes de sentirlo. Pudo ver el avión despegar antes de que saliera. Pudo ver la alegría antes de experimentarla y el dolor antes de que la mala noticia llegara.

Todo fue así hasta que lo conoció a él. Se encontraron, se dieron la mano y en medio de la frase de “Mucho gusto”, ella sintió un frío, de adentro hacia fuera, que la estremeció. La única visión que tuvo fue el color rojo, un charco oscuro y quieto de color rojo. Él sonrió. Ella no supo qué decir.

Desde esa noche no podía dejar de pensar en ese hombre. En lo que había sentido, en el color rojo. Él tampoco había dejado de pensar en ella, algo lo maravillaba, la deseaba.

Ella dejó de tener visiones. Así de simple. Ya no sabía lo que iba a pasar. Ya no había imágenes previas. Ahora la vida era una sorpresa constante. Ella no sabía si alegrarse o no.

Él y ella se volvieron a encontrar. Esta vez decidieron quedarse juntos. Prácticamente no lo hablaron. Solo sabían que así tenía que ser. Amaneció y ella estaba entre sus brazos. Sin miedo ni angustia. Sin visiones, ni buenas o malas. Envuelta en cada segundo con ese hombre que la estremecía.

Él la trató con cuidado. Sin apuro. Él sabía que ella sería suya para siempre. No había para qué correr. Él ya sabía lo que sucedería luego. El único detalle es que ella no tendría el aviso previo…

Mientras él hacía el café, ella se quedó en la cama. Dormitó unos segundos y se despertó sobresaltada. Otra vez la imagen del charco oscuro y quieto de color rojo. Esta vez iba acompañado de un olor inconfundible: sangre.

Lo que pasó luego no lo supo nadie. Sólo el hombre, quien no dejó rastro o huella. Y ella, que yacía en el piso con una media sonrisa en el rostro y ya no lo podía contar.

Solo había un charco de sangre al lado de la cama. El mismo que ella había visto desde que lo conoció. Su última visión.

miércoles, diciembre 05, 2007

Autobiografia en Cinco Capitulos Breves

.:: I::.
Voy andando por la calle
Hay un agujero profundo en la acera
Me caigo
Estoy perdida...
No sé qué hacer
No es culpa mía.
Tardo siglos en salir.

.:: II::.
Voy por la misma calle
Hay un agujero profundo en la acera.
Hago como que no lo veo
Me vuelvo a caer.
No puedo creer que me haya caído en el mismo sitio.
Pero no es culpa mía.
Tardo bastante tiempo en salir.

.:: III::.
Voy por la misma calle
Hay un agujero profundo en la acera.
Veo que está ahí
Me caigo...
Es una rutina, pero tengo los ojos bien abiertos.
Sé dónde estoy
Es culpa mía
Salgo rápidamente.

.::IV::.
Voy por la misma calle
Hay un agujero profundo en la acera.
Lo esquivo.

.::V::.
Voy caminando por una calle distinta

Autora: Portia Nelson
Tomado de la pag web: http://www.pensardistinto.com

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