Los talleres de Constelaciones Familiares siempre son una oportunidad para aprender, crecer y conmovernos.
En lo personal, siempre me conecta con el amor profundo que existe en los sistemas familiares. Y con ese hilo invisible que nos une al pasado y al futuro.
Estas fotos son de septiembre de 2025, en San Martin, Provincia de Buenos Aires.
Amo la música. Siempre ha formado parte de mi vida.
Me gusta cantar. Y nunca me animé a cantar demasiado en público.
Desde el año pasado (2024) supe que en Buenos Aires existen coros de música Gospel y me animé a audicionar a principios de este año.
Audicioné para tres coros. Al final, me quedé con la opción que vibraba mejor conmigo y con mi intuición. Conocí a Matías, el director del Coro de Avellaneda y me encantó su forma y estilo. Así que no lo pensé y en febrero me uní a ensayar con el grupo.
Amo cada ensayo. Cada momento. Cada canción. Han sido grandes meses de aprendizaje, de soltar la cabeza, de confiar en mi voz y de compartir con gente que comparte una pasión: la música.
Realmente he aprendido mucho de mí misma en estos meses. Por ejemplo, que me sale mejor una canción cuando la siento más y la pienso menos.
Aqui dejo dos vídeos de dos conciertos recientes. Uno, fue en el gran Rex, participamos como invitados en un tributo a Michael Jackson. Y el otro, fue en agosto de 2025, en una Iglesia de Belgrano.
Hace pocos días y gracias a la muerte de un familiar, estuve revisando información sobre duelo, tanatología y acompañamiento en el fin de la vida. Y casi había olvidado que durante finales de 2023 y buena parte de 2024, participé en varias formaciones y cursos vinculados al tema.
Fue un llamado interno lo que me llevó a este lugar. Por suerte, encontré lugares muy serios y profesionales en Argentina, que me dieron una formación muy valiosa, tanto en lo teórico, como en lo personal, emocional y espiritual.
La muerte de esta persona me llevó a buscar el libro de Enric Benito, "El niño que se enfadó con la muerte", que llevaba varios meses en mi pila de libros por leer. En dos sentadas lo terminé. Y una vez más, sentí una fuerza interna (sin dudas y con mucha certeza) que me decía que éste será el camino a seguir.
Quiero acompañar a personas en el final de sus vidas, a familiares, acompañar en duelos. Ya mi corazón lo dictaminó. Ahora veremos cómo el afuera se va acomodando para que esto pase.
Es por eso, que pasado un año, publico acá -con orgullo y placer- los diplomas que me fueron otorgando en casa paso. No es un acto de vanidad, es un recordatorio a mí misma del camino recorrido, de lo aprendido y de la necesidad que me surge de compartirlo.