Querido Ismael.
Hace exactamente tres meses te vi en concierto en la ciudad de Caracas. El tour se llamaba "Acuérdate de vivir". En principio, solo tocarías el 11 de octubre, pero nos regalaste un concierto más el día 12.
Desde el 2006, cuando escuché tus primeras canciones, me sentí tocada por tu música, por tus letras y metáforas. Lo que no me imaginé Ismael, es que te recordaría por ayudarme a reencontrarme con el amor.
Te cuento Ismael. Me enteré por casualidad que venías a Venezuela. Era un viernes en la noche. El sábado antes de mediodía ya había comprado una entrada para el concierto del 11 de octubre. Aún faltaban meses para la fecha esperada. Yo estaba emocionada. Feliz. Te iba a ver en vivo! Pero qué me iba a imaginar yo que ese 11 de octubre, todo cambiaría - para BIEN - en mis días y en mis noches.
Llegó el día del concierto. Estaba feliz. Te iba a ver. El día esperado desde 2006 había llegado. También había llegado el día más esperado de mi vida, pero yo aún no lo sabía. La ignorancia es a veces un gran regalo.
Llegué temprano al teatro. Caminé entre la gente. Esperaba a unos amigos. Imaginaba que me encontraría con algunos conocidos fanáticos de tu música. No contaba encontrarme con él. No lo tenía ni previsto ni calculado, pero quizá mi corazón si había dispuesto espacio para este abrazo que fue el primero de una nueva etapa.
Ya mucha gente había llegado. No sé qué hora era. Yo estaba hablando con alguien. Y de pronto, como si un hilo me moviera la cabeza, mis ojos se dirigieron hacia la derecha. Él venía entrando. Con su caminar acostumbrado, con su corbata hermosa y su olor profundo y perfecto. Lo vi a la distancia y me sonreí sin darme cuenta. Te cuento Ismael, que salí corriendo a saludarlo. Él también ya me había visto a lo lejos. Creo que me tiré en sus brazos. Tiempo sin verlo. Sin olerlo. Sin decirle "Qué bella tu corbata". Como siempre, mis palabras salieron a mil por hora, le hice cien preguntas en dos minutos. Y él me contestó todo con su paz y su calidez de siempre. Ese encuentro mínimo duró unos minutos. Y cambió todo. Aunque yo aún no lo sabía.
Comenzamos a entrar a la sala de conciertos. Mi puesto estaba en la primera fila. El de él, como en la diez. No nos vimos en todo el concierto. Solo te vimos a ti. Yo canté tus canciones, me emocioné hasta rabiar, te tomé fotos. Fui feliz viéndote y disfrutándote. Sin saber que meses después te escribiría esta carta para darte las gracias. No solo por venir a cantar, sino por haber sido una suerte de cupido inconsciente, ignorante y mágico de dos almas que llegaron separadas y se fueron juntas esa noche.
Al salir, casi tres horas más tarde, él y yo, compartimos impresiones. Y quedamos en hablar en otro momento. Sin fechas ni mayores acuerdos.
El 12, día feriado en mi país, fue tu segundo concierto. El último. Otra oportunidad para verte. El azar y la tecnología me ayudaron. Y en cuestión de minutos me había ganado dos entradas para verte de nuevo. No podía creer mi suerte. Pero ganarme las entradas fue solo el preludio de lo bueno, de lo maravilloso, de lo grandioso, de lo hermoso. Solo fue la obertura de la pieza magistral que escucho en mi mente y en mi corazón desde hace tres meses Ismael.
Te cuento que lo invité a él. Me atreví. Ni siquiera lo pensé. Solo le dije "Me gané dos entradas para el concierto de hoy. Te animas a ir conmigo?". Su respuesta fue la mejor: "Por supuesto que voy contigo". Y fuimos Ismael. Ahora sí, sentados uno al lado del otro. Cantando al unísono tus canciones. Viviendo por segunda vez la experiencia, pero ahora juntos. Sin saber el camino que comenzaríamos a recorrer. Sin saberlo. Ignorantes de nuevo. Maravillosamente ignorantes.
Nos despedimos sin promesas y con un abrazo. Y esa noche, en medio de un centro comercial cercano al teatro cambió todo. La lluvia del día anterior comenzó a calarme entre los huesos sin elegirla, la música comenzó a bailarme adentro al son de las canciones que él me ha dedicado y cantado en estos meses, los besos llegaron y siguen llegando cada día, el amor se instaló como una mariposa en mi brazo, la sensación de verdad, certeza, confianza y luz están presentes desde ese día.
Y no me queda otra que agradecerte Ismael. Por venir a Caracas, por tocar en mi tierra y por haberme ayudado sin querer a tropezarme con él, el amor de mi vida entera.
Raiza
NOTA MENTAL: Esta carta tiene dos destinatarios. El primero, Ismael Serrano, cantautor de Madrid, al que admiro profundamente. El segundo, a mi queridísimo novio, al que día a día aprendo a amar de una manera diferente y precisa.
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