Sobre la responsabilidad
Cómo poder responder sin quedar desprotegido
Siempre recuerdo que una profesora de Gestalt nos decía una y
otra vez que la RESPONSABILIDAD significaba “la capacidad de responder” de cada
individuo.
Es decir, no se trata de ser bueno o pagar las cuentas a
tiempo, se trata de hacernos cargo de lo nuestro, de nuestras necesidades y de
la forma de satisfacer esas necesidades, e incluso la posibilidad de
frustrarnos cuando no puedo satisfacerla en ese momento.
Todos los seres humanos nacen con la posibilidad de ser
responsables. Los organismos están capacitados para detectar sus necesidades y
buscar los recursos para intentar satisfacerlas.
Pero, ¿Qué pasa que esa capacidad se pierde en el tiempo?
Pongamos un ejemplo. Este es un adolescente que tuvo que
retirarse de un círculo social de conocidos y amigos. No lo hizo por deseo, lo
hizo por una situación familiar. En ese momento, a sus 15 años, no tenía
recursos suficientes para encarar el tema de frente, diciendo lo que pasaba en
realidad. Tampoco tenía los recursos suficientes para “dar la espalda” a su
familia y quedarse con estos amigos. Su mundo, ante esta situación, sufrió un
quiebre importante: perdió un espacio importante de su vida y no pudo hacer
nada para que esto no pasara.
Lo que se presenta como una interrupción del contacto o una
interrupción para alcanzar la satisfacción de una necesidad, se convierte en
una situación abierta para esta persona. Y el organismo, en su deseo de cerrar
este ciclo abierto, puede repetir situaciones en las que esta persona fantasea
sobre perderlo todo. Entonces la forma en la que el organismo de
este hombre encuentra algo de balance, es exponiéndose poco o nada,
arriesgándose poco o nada en situaciones emocionales, colocándose una capa
emocional para no mostrar lo que lleva por dentro.
De esta manera, está seguro que no va a “perder” lo que le
pertenece ni va a pasar algún otro momento de pérdida emocional. Solo que de
esta manera tampoco podrá sumar o ganar aspectos positivos a su vida.
En el ejemplo citado, ya el adolescente creció y ahora es un
hombre de 35 años. Comienza a hacer terapia cuando se da cuenta lo mucho que se
le dificultan los cambios en su vida.
En el paso del tiempo, se ha dado cuenta que cambiar no es
solo cambiar, significa exponerse, para poder alcanzar una meta o satisfacer
una necesidad. Y que su dificultad, justamente reside en hacerse cargo de este
vacío que implica salir al mundo a satisfacer sus necesidades, sabiendo que
puede ser que no lo logre.
El tiempo lo lleva a saber que más allá de lo que ha llamado
su “dificultad para cambiar” no es más que una forma que tiene su organismo de
protegerlo de ese dolor y ese quiebre que vivió en el pasado y que no ha
logrado superar o cerrar.
Cuando logra entender que el organismo lo que hace es
“defenderse”, puede encarar el tema de otra manera. Sabe que su temor
fundamental es sentir que puede perderlo
todo, así que puede optar por una responsabilidad medida. ¿Qué significa
esto? Usar sus recursos con medida, de manera racionada, sin colocar toda la
carne en el asador y al mismo tiempo, permitiéndose asar una parte y ver qué
resultados obtiene.
El cuerpo necesita readaptarse a exponerse de manera
paulatina. Comprender que el riesgo medido no es sinónimo necesario de perder,
que también puede ganar, aunque sea en experiencia y en gozo. Y que la
frustración también es una forma de transitar ciertos momentos.
Un organismo no es mejor porque logra TODO lo que se
proponga. Es más maduro en la medida que sabe frustrarse cuando no alcanza una
meta y puede ajustar sus acciones y seguir intentándolo.
Autor del
texto: Raiza Ramírez.
Periodista, Gestaltista, Coach Ontológico y Consteladora Familiar.
Periodista, Gestaltista, Coach Ontológico y Consteladora Familiar.
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