Cuando comencé a estudiar Comunicación Social en la UCAB, por allá por el año 1991, yo quería escoger la mención Publicidad y RRPP. Me parecía que me podría mejor en el arte de las relaciones públicas y casi que me veía trabajando para una agencia de publicidad. Los libros que me compraba eran vinculados a esa área y estaba super decidida.
En el segundo año de la carrera, tuve que hacer un trabajo para la materia Géneros Periodísticos. La tarea era visitar un periódico y ver cómo se hacía un diario desde adentro. Gracias a un contacto que tenía mi papá, llegamos al desaparecido diario "El Globo", ubicado en Maripérez. Yo, en mi absoluta ignorancia, no tenía ni la menor idea de si ese periódico era importante o no, si era conocido o no. Solo fui a hacer mi asignación para la Universidad.
Me atendió en gran Heberto Castro Pimentel (fallecido recientemente). El era amigo de mi papá y el Jefe de Redacción. Mucho después fue que supe que Heberto había hecho escuela en El Nacional y que era un genio del periodismo. En ese momento fue solo un señor simpático que nos atendió lo mejor que pudo y nos explicó cómo funcionaba el diario.
Al final de nuestra visita, ya en los momentos de cierre y agradecimiento, Heberto me pregunta que si estaba interesada en hacer una pasantía con ellos. Yo, con mi usual desparpajo que a los 18 años se amalgamaba con una falta de vergüenza total, le dije que NO, que gracias, pero que yo quería ser publicista y no periodista. El Gran Heberto, en vez de mandarme al carajo por prepotente e ignorante, además de mal agradecida, fue tan pana que me dijo que me lo pensara y lo llamara.
Me fui del Globo sin prestarle importancia a esta conversación. Llegué a mi casa y se lo conté a mis padres como una anécdota más del día. Total, ya yo había decidido lo que quería hacer con mi vida. Mi papá también me dijo que me lo pensara y en una frase me señaló: "¿Qué puedes perder?". Ahí sí me quedé pensando. Era verdad. No tenía nada que perder. Era una oportunidad de aprender algo nuevo, ganar dinero, tener un trabajo en segundo año de la carrera. No sonaba mal.
Llamé a Heberto. Y con mi mismo desparpajo le dije que lo había pensado y que estaba bien, que iba a hacer la pasantía con ellos. Me citaron para un entrenamiento que resultó un intensivo de computación para que aprendiera a manejar el sistema con el que los periodistas escribían en el diario. Pasamos dos o tres días en eso.
El 16 de junio de 1993 fue mi primer día formal de trabajo. Yo me fui en bermudas, porque yo era así: un desparpajo total. Me imaginaba que pasaría el día recibiendo los cables de las agencias de noticias y quizá transcribiendo algunos para la edición del día siguiente. Tan inocente yo. Heberto me estaba esperando en su oficina con una pauta escrita en su máquina de escribir en la que me mandaba a recibir unos nuevos trenes del Metro de Caracas. Casi me da un ataque. Yo no estaba lista mentalmente para salir a la calle, a quién iba a entrevistar, qué le iba a preguntar, cuál era la noticia. Iba super asustada en el carro del periódico.
Me acompañó un fotógrafo al que por supuesto yo no conocía. Luego supe de sus maravillas profesionales y nos hicimos super panas: el gran Luis Vallenilla. Él me ayudó mucho, tanto en esa pauta, como en todas las que compartimos. Ese día, entre muchas cosas que aprendí en ese tiempo, fue la importancia de la llave entre el periodista y el fotógrafo.
Al final, hice mi pauta, volví super emocionada a la redacción y escribí las líneas asignadas como si supiera lo que estaba haciendo. Fue chévere y una locura interna. Al día siguiente, mi nota salió publicada y por primera vez vi mi nombre en un diario.
Pasé un año y medio en El Globo. Aprendí muchísimo, me divertí muchísimo, hice desastres y maravillas. Me tubearon y tubié. Conocí gente estupenda. Metí la pata millones de veces e hice otros trabajos que valieron la pena.
Lo cierto es que una vez que probé el gusto o el gusanito del periodismo, me quedé allí un buen rato. Amo escribir. Y si bien, en este momento de mi vida no ejerzo el periodismo como en 1993, sigo siendo periodista en el corazón y trato de utilizar todas las herramientas aprendidas en cada uno de mis cursos, talleres, encuentros, seminarios, grupos y consultas.
Feliz Día del Periodista a mis amigos que han seguido en esta ruta, directa o indirectamente.
Siempre podemos celebrar un oficio maravilloso como este. Cada uno, desde su trinchera, hace lo mejor que puede.
Raiza
27/jun/2010
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