martes, diciembre 23, 2014

Soy el Grinch y no detesto la Navidad

He vivido diferentes Navidades de múltiples maneras. Con mi familia a solas, con la familia completa, en mi casa, en casa de familiares, en Venezuela, en otros países, con otras familias, trabajando incluso. Como mi experiencia ha sido variada y extensa, no tengo arraigado alguna tradición navideña que indique que la debo pasar en equis lugar determinado con equis personas determinadas. Lo vivo de otra manera. Es mi historia. 

He participado en intercambios de regalos, amigo secreto, elefante blanco, reunión, confite y parranda habida y por haber. Era de las que me iba el 24 o el 31 de diciembre a comprar los últimos regalos posibles. He hecho adornos de Navidad para la casa de mi mamá, galletas para regalar y vender en esta época, monté y quité arbolitos. He comprado ingredientes para hallacas, les he puesto los adornos, he lavado hojas, las he amarrado y, por supuesto, las he comido. 

Todo este preámbulo es solo para indicar que he sido navideña alguna vez en mi vida. He disfrutado de las fiestas. Y hasta Cd's de gaita he tenido. 

En algún momento de la historia, me parece que la Navidad dejó de interesarme. Dejé de comprar regalos por compromiso y empecé a comprar los que deseaba, cuando lo quería (fuera 24, 28 o 32 de diciembre). Dejé de meterme en los Centros Comerciales para buscar "la pinta" de la fiesta. Dejé d sacar las maletas a la calle para "asegurar" el viaje del siguiente año (y más aún con la existencia de Cadivi en Venezuela). Creo que dejé de participar en intercambios de regalos. Fui, sin darme cuando, dando algunos pasos que me "alejaron" de la Navidad. 

Si me quería vestir de jean y franela, lo hacía. Si quería comer, lo hacía. Si no quería pan de jamón, pues no lo comía. Y así, con cada detalle vinculado a la Navidad.

Poco a poco, parece que me he acercado a la otra orilla de la Navidad: ser un Grinch navideño. Sin drama y sin complejos. La Navidad me pasa bastante por encima, por decirlo de alguna manera. No siento eso que llaman el "espíritu navideño", no pido deseos, no como uvas, no compro regalos, no coloco adornos en mi casa y mucho menos luces y/o nacimientos. No hago hallacas, prácticamente no las como. 


En estos días, mientras caminaba por el parque, pensaba en esto de no ser navideña o más bien, en qué momento dejé de serlo para ser tipo Grinch. Y me di cuenta de algo importante. Yo no detesto la Navidad. No la rechazo. No la odio. Para nada. Quizá es todo lo contrario. 

Para mí, Navidad es estar con los seres que amo (presencial o de corazón), es ocuparme por preparar una deliciosa cena para la noche buena o para la noche de fin de año, es contactar a los amigos para decirles que los quiero y los recuerdo, es hacer balance y dar las gracias por todo lo bueno, es poder tener paz y tranquilidad. Por lo que, con mucha suerte y agradecimiento, creo que la Navidad en mi vida es una constante de 365 días y no de un mes del año.






Qué suerte tengo. Así que Feliz Navidad para mí y para todos! 

Raiza

miércoles, julio 23, 2014

lunes, julio 21, 2014

Un padre excluido: los costos para el sistema familiar.


Un padre excluido:
los costos para el sistema familiar. 



 La historia es así: una mujer se casa. Ella y su esposo conciben a una niña. Antes de que la hija cumpla el año de edad, la pareja se separa. Una orden judicial solicitada por la mujer, le impide al padre ver, estar o compartir con la pequeña. En el presente, la niña tiene 4 años de edad. Su padre reclama no tener contacto con ella. La madre, ignora al padre.

Para esta mujer no existe la figura de su ex esposo. La madre dice que la figura del padre de la niña es el abuelo materno (el padre de la mujer en cuestión). Indica que la niña le dice “papá” al abuelo. El padre de la niña se encuentra completamente excluido del mapa familiar, al menos desde la mirada de la madre.

Más allá de las razones lógicas o técnicas que pueda tener esta madre para evitar el contacto entre su hija y el padre (su ex esposo), al ver un caso de este tipo, lo suelo conectar con lo sistémico y el orden familiar, posibles hipótesis y consecuencias.

A continuación, algunas ideas sobre el tema, desde la mirada de Constelaciones Familiares:

50 y 50 Un hijo está conformado por el 50% que aporta la madre y el 50% que pone el padre. Cada uno colocó una parte para que este nuevo ser pudiera tener la vida. En lo que una madre excluye al padre, es como si le dijera al hijo “Solo el 50% que yo te di, sirve. El otro 50% no es tan bueno”.
Con esta idea, el hijo puede crecer creyendo que hay una mitad de sí mismo que no es tan buena, aunque no sea del todo consciente de ello.

Exclusión y balance En el sistema de la niña hay un excluido obvio: el padre. Y como el sistema no acepta espacios vacíos, la gran pregunta es: “¿De qué manera este sistema encontrará balance?”, es decir, ¿Cómo se completa este espacio?
La teoría sobre Constelaciones Familiares indica que la compensación puede darse a través de la repetición, es decir, que la hija repita el esquema que vive y excluya a algún hombre en su vida futura. Y el balance también puede darse por oposición, por ejemplo, que ella sea la excluida como mujer, bien sea en una pareja o como madre para un futuro hijo. -Es importante aclarar que lo anterior son solo hipótesis del caso y no necesariamente un indicativo de que lo descrito vaya a suceder al pie de la letra-.

¿Quién falta? Por otra parte, esta exclusión del padre de la niña también puede responder a un evento ocurrido en el pasado en el sistema de la madre. Por lo que se indica, la niña llama “papá” a su abuelo materno y si bien es criada por la madre biológica, su figura paterna la conforma su abuelo.
En este caso, cabe la pregunta: ¿Quién falta en ese sistema? ¿Quién no estuvo o se fue? Cabe la hipótesis de un vástago (hija o hijo de este abuelo y hermana o hermano de esta mujer) que murió o que no nació, por ejemplo.
Y que esta madre y su hija, de manera amorosa aunque con un costo algo para la pequeña, estarían completando la figura que da balance a la familia. Esta hipótesis también respondería a la ley sistémica que indica que el sistema no acepta espacios vacíos.

El sistema del padre ¿Y el sistema del padre de la niña? También está involucrado. Al no ser reconocido por la ex esposa y como figura paterna para su hija, puede estar siendo leal a algún miembro de su familia que también haya sido excluido, bien sea una figura paterna, materna o incluso, un hijo o hija que no llegó o que tuvo que partir temprano.







La solución o la resolución.
Cuando se trata de una Constelación Familiar, lo más importante es quién es el cliente. Para quién estamos trabajando. Porque en este caso, sería diferente tratar a la madre que excluye que al padre que es excluido.

Si la madre es la paciente, se buscaría que ella pueda reconocer y darle un lugar a su ex esposo como padre de su hija. Que ella pueda abandonar el sistema de origen con tranquilidad, para poder formar su propio sistema. Y si faltara alguien en su sistema de origen, poder honrar ese destino y darle un lugar, de tal manera que la niña no tenga que ocupar ese espacio. Darle el lugar indicado a su padre, así como al padre de su hija.

Si el padre es el cliente, se buscaría ver en su sistema de origen a quién se conecta él como excluido, para darle un lugar y que él pueda estar un poco más libre para estar con su hija (aunque sea desde el plano emocional) y deje ese lugar de “estar fuera”.

Un hijo es 50% de la madre y 50% del padre. Toma de ambos sistemas y eso lo completa. Si falta alguno de los dos, la sensación del hijo es que le falta la mitad de sí mismo. El costo emocional para una hija con esta historia es alto. Y, sin embargo, a veces los seres humanos somos capaces de hacer lo impensable por nuestro clan familiar. Todo en nombre del amor y de pertenecer.





Autora del texto: Raiza Ramírez 
Consteladora Familiar y Gestaltista 




lunes, mayo 26, 2014

Abriendo caminos


Desde este mes de mayo de 2014, tomé un nuevo rumbo: Buenos Aires. Argentina. 

Y con el viaje, llegan nuevos retos y posibilidades. A partir de este mes estoy atendiendo en Buenos Aires (Capital Federal) Para Constelaciones Familiares o consultas de Psicoterapia, me puedes llamar a mi móvil +54 911 63649171 o escribirme a mi correo raizaramirez@gmail.com

Y nuy pronto vienen talleres y cursos. Ya estaré publicando más información.

Gracias por seguir la página!




































Las personas de Venezuela, interesadas en consultas o constelaciones, me puedes escribir a mi correo para coordinar atención vía SKYPE o recomendarles alguien que los pueda ver en la ciudad en la que se encuentren.


martes, noviembre 05, 2013

Una Constelación Familiar: El ejemplo de la orquesta.

Qué es una Constelación Familiar. 

El ejemplo de la orquesta.





A veces me preguntan: “Qué es una Constelación Familiar?” Y no siempre es tan fácil de explicar.

Suelo decir de manera más técnica y “seria” que es un abordaje terapéutico creado por el alemán Bert Hellinger y que integra varios abordajes para lograr sanar ciertos temas de una persona. Y por sobre todas las cosas, ordenar el lugar de esa persona en su sistema familiar.

Pasado un tiempo y luego de pensarlo con calma, la mejor manera que he encontrado de explicar lo que es una Constelación Familiar es la siguiente:

La familia es como una orquesta. Cada miembro tiene su silla (su lugar) y su instrumento (su destino). Y cada uno de nosotros tiene un puesto asegurado en esa orquesta, así sea tocando los platillos o siendo el concertino.

Como toda orquesta, tiene sus características particulares. El repertorio de algunas es de clásicos: otras, deciden modernizar sus piezas. Es parecido a los temas de cada familia: para algunos es el dinero, para otros la violencia, para otros las mujeres que se quedan solas o los hombres que se van. Ese es su repertorio.



A veces faltan personas en la orquesta. Y no por ello, ésta deja de tocar o presentarse una noche. Es lo que en Constelaciones conocemos como los excluidos, personas que por alguna razón u otra, parecen quedar “fuera” de la familia, sin derecho a pertenecer (por ejemplo los ladrones, las prostitutas, los asesinos, los adictos, los discapacitados, los que hicieron algún mal, entre otros)
Así como en la música, la familia sigue su curso, sigue tocando, sigue dando vida, sólo que con un detalle importante: hay algunas sillas vacías que ocupaban esos músicos que fueron excluidos, y quedan algunos instrumentos sin tocar. Y parece que “algo” falta en la historia.

Entonces, como puede pasar en una orquesta, algún músico se sienta en la silla del que no está. Y comienza a tocar su instrumento (que no es el propio o el que le tocaba a él o a ella), es el de otra persona, la silla es de alguien más. La cosa se puede complicar aún más si este músico sustituto trata de tocar su propio instrumento y el otro. Eso, desde el punto de vista familiar, se da cuando decimos que una persona “toma el destino” de otra en su historia y comienza a repetir la historia. Y es cuando vemos que en un grupo filiar, las mujeres se enferman de los pulmones, o los hombres mueren del corazón, o a las mujeres les cuesta salir embarazadas o tienen hijos a muy temprana edad. Cualquiera que sea el destino repetido, podríamos decir que es una lealtad ciega a quien vino antes, a quien ocupaba esa silla y por alguna razón ya no está allí.

¿Y cuál es la solución?










Y es allí, cuando constelamos. ¿Cómo?
Lo primero es armar la historia de esa orquesta a la que pertenece la persona. Reconocer las repeticiones, contar a los excluidos y ubicar hechos importantes que hayan marcado el devenir de ese grupo.

Lo segundo, es armar la orquesta. Colocar a cada músico es su lugar con su silla y su instrumento. Esto quiere decir, incluir a los excluidos y honrarlos, toquen lo que toquen y como lo hayan hecho. Respetar su silla y su partitura.


Y, por último, que el paciente o cliente tome su propio lugar, el que le corresponde, el que es para él o para ella. Y que se haga cargo de su silla, su partitura y su instrumento. Y que suene lo mejor que pueda. Con la música que el alma familiar le susurra al oído y la que su propia alma decide plasmar en el pentagrama de la vida.







Autor del texto: Raiza Ramírez
Psicoterapeuta Gestalt, Terapeuta en Constelaciones Familiares y Coach Ontológico.

lunes, octubre 28, 2013

La Fertilidad desde la visión de Constelaciones Familiares

Cuando concebir un hijo 
está vinculado a nuestra historia familiar

 

Como Psicoterapeuta y Consteladora Familiar tengo dos creencias que, aunque puedan parecer paradójicas, se integran y conviven: la primera, es que todos los procesos físicos y corporales están vinculados con el mundo emocional; y la segunda, que una Constelación como terapia quizá no sea la única salida o solución para resolver un tema que resulte difícil de transitar. 

En el caso de los temas de fertilidad o las dificultades que puede presentar una pareja a la hora de tener un hijo, las Constelaciones Familiares ofrecen un acercamiento que puede ayudar a la mujer, al hombre o, a ambos a organizar su lugar dentro de su sistema familiar, para romper alguna repetición o alguna lealtad invisible que les esté imposibilitando esto de “ser papás”. 

 Antes de empezar 

Si bien creo en las Constelaciones Familiares como un abordaje terapéutico capaz de generar cambios es nuestra manera de estar en el mundo y en nuestra vinculación con nuestro sistema familiar, no creo que hacerla sea una garantía de éxito al 100%. Para decirlo de manera más clara: Si una pareja no está pudiendo concebir, la terapia no es un pasaporte directo al embarazo. 

 Pero, ¿puede ayudar? Sí, puede ayudar. ¿Cómo? Desenredando los hilos invisibles que nos atan de una manera dolorosa a nuestros ancestros. Veamos algunas posibilidades.

Referencias ancestrales 

La historia de nuestra familia marca nuestra propia historia. Solemos repetir (con conciencia o no) lo que hicieron los que vinieron antes que nosotros, sea bueno o no tan bueno. Es parte de la buena conciencia y de la necesidad de pertenecer al sistema.

En los casos de fertilidad, es importante revisar en nuestra historia personal, algunos de estos temas:

• Abortos (naturales o espontáneos) que haya experimentado alguno de los miembros de la pareja. De parejas previas de algunos de ellos. O de los padres de ella o de él.

• La muerte de alguna madre en el parto en la historia familiar.

• El fallecimiento de algún bebé al momento de nacimiento o en su primera infancia.

• Si la mujer de la pareja tiene algún tema pendiente con las mujeres de su familia. Sea porque las rechaza o reniega de ellas de alguna manera. Lo mismo aplica con el hombre de la pareja con los hombres de su historia.

• Si alguno de los dos tiene un tema vinculado con la vida o la muerte no resuelto. Por ejemplo, si está implicado sistémicamente con el fallecimiento de alguna persona de su historia.

 Siempre es necesario revisar en una entrevista el sistema familiar de la pareja a fin de chequear estos puntos mencionados anteriormente.

 De todas maneras, el trabajo de Constelaciones es “chismoso” y, muchas veces, aunque la persona no conozca la información exacta de su sistema, al desplegar su historia, se muestra de manera espontánea lo que pudiera estar dificultando (desde la perspectiva familiar y sistémica) la posibilidad de tener descendencia.


Desenredar y romper lealtades 

¿En qué consiste entonces la Constelación de Fertilidad? ¿Cómo se hace?

Yo recomiendo trabajar en pareja. Aunque también puede hacerse de manera individual.

Se realiza una entrevista previa armar la historia de la familia y ubicar los temas que pudieran estar dificultando a la pareja.

Y se procede a Constelar. A realizar el trabajo terapéutico como tal. Es difícil dar detalles de una constelación, pues cada una es una experiencia diferente y cada quien la vive de una manera particular.

El objetivo al final es sanar. Y lograr que cada quien ocupe su lugar y que tome su propio destino. Dejar de cargar el destino de los ancestros, honrar lo que ellos hicieron y seguir con nuestra vida, con la posibilidad de dar la vida, que es lo que garantiza la continuidad del gran sistema al que pertenecemos.




Autor del texto: Lic. Raiza Ramírez Psicoterapeuta Gestáltica y Terapeuta en Constelaciones Familiares 

 Si es tu tema o te interesa… puedes contactarte conmigo por el siguiente correo electrónico raizaramirez@gmail.com o por los teléfonos: 4142841097 y 4129631191.


domingo, octubre 14, 2012

Sinergia en la pareja




Sinergia en la pareja

En temas de dos: la sinergia suma y la competencia resta.

El concepto de sinergia -según la Real Academia Española- indica: acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales.

Creo que es justamente este concepto de sinergia el que debe estar presente en el funcionamiento de una pareja. Sumar. Unirse. Lo mío y lo tuyo. Lo que yo tengo y lo que tú tienes. De tal manera que la suma sea mayor a lo que cada uno tiene que aportar. Al final, el bien común es la pareja y el crecimiento en conjunto.

Lo contrario sería la competencia. Tengo que colocar en la relación lo mismo que tú, tenemos que ser iguales, exagerar el 50% y 50%. Compararse. Ver qué tiene el otro y qué no tengo yo. O al revés, ver qué le falta al otro y qué tengo yo.

Hace poco me indicaron un ejemplo al respecto: “Si mi pareja sabe hablar inglés y yo no, qué bueno. Si vamos a Estados Unidos, no vamos a pasar trabajo, pues ella sabrá entenderse con los demás”. Esa es la visión desde la sinergia.

Desde la competencia sería algo así como: “Tengo que aprender a hablar inglés como mi pareja, para que podamos viajar tranquilos. Y si no lo hago, está mal y mejor no vamos de viaje.”

Cada persona que forma parte de la pareja tiene sus virtudes y sus defectos. Tendrá elementos que aportar al vínculo y tendrá otras dificultades, según su propia historia de 
vida. Ser idénticos no es posible. Es casi una ilusión. Colocar un exacto 50 y 50 parece también una ilusión.

Quizá el tema está en ver mis virtudes y aportarlas. Ver mis dificultades y asumirlas. Ver las virtudes del otro y apoyarme en ellas para crecer. Hacer que nuestros elementos positivos se unan, se sumen y se integren para un bien mayor: el conjunto, la pareja, los dos.

El reto es no competir. En todo caso, competir consigo mismo. Para mejorar y tener más para sumar al conjunto. Y unido a ello, no caer en la complacencia para que quien compite se sienta mejor.

Cada uno tiene algo que aportar. Cada uno tendrá algo bueno que entregar al vínculo. Y esa suma es lo que hará mejor la historia, lo que al final los hará crecer de la mano.


Raiza Ramírez

martes, octubre 09, 2012

La historia de Hugo y Henrique


La historia de Hugo y Henrique



Hugo era un hombre adulto. En su historia, su madre ocupaba un lugar importante. Se había criado solo con ella. Su padre era un desconocido, casi un fantasma, un ser que nunca estuvo presente físicamente.

Hugo tuvo varias mujeres a lo largo de su vida, pero hubo una que le quitó el sueño y el aliento. Se llamaba Venezuela. Era hermosa, fecunda, tenía todo lo que cualquier hombre pudiera desear, incluso más.

De ese amor intenso nacieron unos morochos: Hugo, se llamó uno, como su padre. Al otro, le pusieron Henrique (con H para que tuviera la inicial de su papá). Si bien los dos muchachitos tenían la misma edad y eran idénticos físicamente, eran completamente diferentes en su forma de ser. A Hugo papá esta diferencia lo desconcertaba. Y como no había tenido a su papá, le resultaba difícil ser papá.

Un ejemplo simple. Henrique, desde que tenía unos cinco meses, lograba agarrar el tetero con sus pequeñas manitas, lo sostenía y comía solito. Mientras que Hugo hijo, no lograba tomar la botella entre sus manos. Ahí era cuando su padre, los miraba a los dos y elegía hacer lo que le parecía mejor: ayudar al que no podía hacerlo solo y dejar al otro por su cuenta.

Nuevamente sucedió cuando los pequeños estaban aprendiendo a amarrarse las trenzas de sus zapatos. Henrique, un poco más independiente que Hugo hijo, se fijó bien cuando le explicaron cómo hacerlo y luego de varios intentos, pudo lograrlo. Al principio no fue fácil, pero insistió en hacerlo solo, en poder, en equivocarse varias veces, hasta que lo logró. Se amarró las trenzas de sus zapatos. Sonrió orgulloso de sí mismo. Se sentía importante. Y cuando fue a mostrarle a su papá lo que había logrado, encontró a Hugo papá amarrándole las trenzas a Hugo hijo. Hugo papá estaba ocupado con el hijo que más lo necesitaba y no le hizo caso a Henrique.

 “Necesito que me necesites”

A Hugo papá le gustaba sentirse necesitado por su hijo Hugo. Henrique le parecía a veces muy orgulloso, soberbio. Parecía que no lo necesitaba. Que podía hacerlo todo solo. Que él no tenía nada para mostrarle. Por eso, a veces, pasaba más tiempo con Hugo hijo: él sí lo necesitaba, le pedía, Hugo papá era útil para al menos uno de sus hijos.

Cuando los muchachitos comenzaron a leer, pasó algo parecido a lo narrado anteriormente. Henrique se fajaba en la mesa del comedor con el “ma, me, mi, mo, mu”. No siempre entendía, pero insistía. Hugo hijo, mientras tanto, estaba en el patio de la casa jugando metras o en el cuarto mirando tele. Esperaba a su papá para que lo ayudara con la lección. Por dos razones simples: primero, le parecía que no era tan inteligente como Henrique y que no podía solo; y segundo, su papá seguro lo iba a ayudar como lo hacía siempre.

Ya para ese momento, Hugo papá lo tenía claro: Henrique lo necesitaba menos que Hugo hijo. Por lo tanto, pasaba más tiempo con quien lo necesitaba más. Para sus adentros pensaba: “Cuando yo sea viejo, Hugo se quedará a mi lado. Me acompañará. Seguro Henrique se va y me deja solo”.

El rechazo

Hugo hijo comenzó a rechazar a su hermano Henrique. Si bien eran igualitos físicamente, usaban las mismas franelas y hasta los mismos juguetes, en la práctica, eran bien diferentes. A Hugo le daba rabia que Henrique supiera tanto, que parecía ser más inteligente. “Él tiene cosas que yo no tengo, él puede cosas que yo no puedo”, se decía para sus adentros. Y eso le daba rabia. Pero no le pidió ayuda a su hermano, ni aprendió de él. Hugo hijo se creyó la frase que escuchó muchas veces de la boca de su padre: “Deja eso Hugo, yo lo hago por ti, tú no sabes hacerlo, tú no puedes. Yo te ayudo”.

Henrique, por su parte, si bien sabía cosas y lograba arreglárselas por su cuenta muchas veces, prácticamente no tenía con quién compartir esos logros. Su papá solía estar siempre ocupado con su hermano morocho. Muchas veces se sintió excluido, fuera de lugar, poco querido. En algunos momentos llegó a pensar: “Será que tengo que hacerme el que no puede o el que no sabe hacer las cosas para que mi papá me haga caso?”.

Henrique también empezó a rechazar a su hermano. No entendía cómo otro ser (igualito a él) podía no saber, no poder, no hacer. No lo entendía. “Pero si no es tan difícil”, se decía para sus adentros. En el fondo, más allá de lo que pensaba, Henrique quería sentir que pertenecía a esa familia, que era uno más de ellos, que ser diferente no era sinónimo de exclusión. Pero esa sensación no llegaba, no aparecía. Henrique solía sentirse fuera de lugar.

Hugo papá también desarrolló rechazo por su hijo Henrique. No lo entendía. “Por qué no me necesita?”, se preguntaba. Por otra parte, este hijo le recordaba lo que él no pudo hacer de muchacho, lo que él no había logrado, esa independencia que él tampoco tuvo. Así que sin saber cómo tratar a su hijo Henrique, terminaba por hacer lo de siempre: rechazarlo, ignorarlo o aleccionarlo y, pasar más tiempo con Hugo hijo.
El tiempo hizo que esa casa se convirtiera en un espacio con dificultades para estar y vivir. La tensión entre los tres se hizo presente. Los mejores momentos pasaban cuando los Hugos podían compartir juntos sin Henrique.  Y para Henrique, cuando lograba estar a solas o salir un rato de la casa sin ellos.

La adolescencia

Los muchachos cumplieron 14 años. Entraron en la adolescencia. La dinámica familiar seguía igual. Poco había cambiado en todo ese tiempo. Hugo hijo seguía jugando en el patio o mirando tele, mientras su papá llegaba a ayudarlo con sus trabajos y tareas. Henrique, por su parte, seguía en la soledad de la mesa del comedor, tratando de entender los polinomios de las matemáticas de segundo año, decidido a sacar muy buenas notas y ser el mejor de su clase.

Henrique quería que las cosas cambiaran en su casa, en su familia. No sabía cómo, pero era lo que deseaba. Lo que Henrique soñaba era que Hugo papá o Hugo hijo cambiaran. Quería que su papá fuera un poco más atento con él, no que le hiciera las tareas, pero que al menos lo mirara hacerlas. Deseaba que su hermano fuese capaz de ser más independiente y que necesitara menos a papá. Pero mientras deseaba el cambio de los Hugos, él seguía haciendo lo mismo. Y nada cambiaba.

Hugo papá y Hugo hijo también deseaban que Henrique cambiara, que se pareciera más a ellos. Pero ellos tampoco hacían algo diferente. Así que todo seguía igual.
Henrique pensó muchas veces irse de su casa. Romper con todos los lazos que lo unían a ese padre y a ese hermano, de los cuales se sentía cada vez más alejado. Y al mismo tiempo sentía dolor, por él mismo y su necesidad de afecto y amor, e incluso sentía dolor por su madre Venezuela.

La resolución

La historia de esta familia aún no termina. Siguen inmersos en este círculo de alianzas entre los que “son iguales” y de rechazo entre los que “son diferentes”. Siguen pensando que quien debe cambiar es el otro. Siguen en sus mismas posturas.

La madre Venezuela los mira y suspira. A veces llora lágrimas de lluvia. A veces se enoja en fuego. A veces se cruza de brazos y dice “no hago nada más”. Ella sabe que es un tema de ellos tres. Ella los ama a todos por igual. Los reconoce. Los abraza cuando es necesario.

Quizá las cosas cambiarían si Hugo papá pudiera mirar a sus dos hijos. Y si a ambos pudiera decirles: “Hijos, para mí está bien si lo hacen igual o diferente a mí. Ustedes pertenecen a este sistema. Ambos pertenecen”.

Quizá las cosas cambiarían si Hugo papá dejara de hacer cosas para ser necesitado por el otro y confiara en los recursos de su hijo Hugo y en sus posibilidades. Sobre todo, si comenzara a confiar que su hijo lo amará igual si le hace la tarea o si no se la hace.

Quizá las cosas cambiarían si Hugo hijo comienza a confiar en sí mismo y en sus recursos. Si deja de ser fiel a Hugo papá y le logra decir: “Papá, bendíceme si lo hago diferente a ti”.

Quizá las cosas cambiarían si Henrique asume su diferencia, su mala conciencia y sin culpa logra tomar su destino y hacer lo suyo. Quizá cambiaría todo si logra decirle a su padre: “Papá, me haces falta, tanta falta como te hizo tu papá a ti. Sonríeme si te necesito menos, si puedo solo, si soy feliz. Sé que a donde vaya, estás en mi corazón. Y te reconozco como el grande. Delante de ti, soy pequeño”.

Quizá las cosas cambiarían si Henrique mira a su hermano Hugo, a su morocho, a su igual y le dice: “Hermano, te veo. Veo el precio que has pagado para pertenecer a este sistema. Te honro por ese precio. Tú has pagado un precio más alto que el mío y recién lo puedo mirar. Te doy las gracias por ello. Y sigo mi camino más liviano. Mi camino diferente, mi destino”.
Al final, Hugo y Henrique son hermanos morochos. Paridos por la misma madre: Venezuela. Y ambos pertenecen al sistema, con buena o mala conciencia.

Escrito por: Raiza Ramírez

NOTA de la autora:
Este cuento es solo una analogía. Quizá escrita por mí para mí misma, empujada por la necesidad de cerrar internamente lo sucedido el 7 de octubre de 2012 con las elecciones presidenciales de Venezuela. No pretendo tener razón. Solo intento, a través de la metáfora y de la mirada sistémica, integrar dos fuerzas que están allí y que siguen desintegradas.
Hay algo que no miraba el domingo pasado que ahora comienzo a mirar. Si estas líneas te sirven, qué bueno. Si no, sigue de largo y encuentra otras que te hagan sentido.
Honro a mi Venezuela amada. A los que vinieron antes que Hugo y Henrique. A los que estamos ahora y somos Hugos y Henriques. A los que vendrán después, que ojalá, tengan algo de los morochos y logren tomar su vida y destino entre sus manos y caminar con un poco de paz por esta tierra bendita.
Raiza

jueves, enero 12, 2012

Querido Ismael, Gracias Ismael

Querido Ismael.


Hace exactamente tres meses te vi en concierto en la ciudad de Caracas. El tour se llamaba "Acuérdate de vivir". En principio, solo tocarías el 11 de octubre, pero nos regalaste un concierto más el día 12.


Desde el 2006, cuando escuché tus primeras canciones, me sentí tocada por tu música, por tus letras y metáforas. Lo que no me imaginé Ismael, es que te recordaría por ayudarme a reencontrarme con el amor.


Te cuento Ismael. Me enteré por casualidad que venías a Venezuela. Era un viernes en la noche. El sábado antes de mediodía ya había comprado una entrada para el concierto del 11 de octubre. Aún faltaban meses para la fecha esperada. Yo estaba emocionada. Feliz. Te iba a ver en vivo! Pero qué me iba a imaginar yo que ese 11 de octubre, todo cambiaría - para BIEN - en mis días y en mis noches.


Llegó el día del concierto. Estaba feliz. Te iba a ver. El día esperado desde 2006 había llegado. También había llegado el día más esperado de mi vida, pero yo aún no lo sabía. La ignorancia es a veces un gran regalo.


Llegué temprano al teatro. Caminé entre la gente. Esperaba a unos amigos. Imaginaba que me encontraría con algunos conocidos fanáticos de tu música. No contaba encontrarme con él. No lo tenía ni previsto ni calculado, pero quizá mi corazón si había dispuesto espacio para este abrazo que fue el primero de una nueva etapa.


Ya mucha gente había llegado. No sé qué hora era. Yo estaba hablando con alguien. Y de pronto, como si un hilo me moviera la cabeza, mis ojos se dirigieron hacia la derecha. Él venía entrando. Con su caminar acostumbrado, con su corbata hermosa y su olor profundo y perfecto. Lo vi a la distancia y me sonreí sin darme cuenta. Te cuento Ismael, que salí corriendo a saludarlo. Él también ya me había visto a lo lejos. Creo que me tiré en sus brazos. Tiempo sin verlo. Sin olerlo. Sin decirle "Qué bella tu corbata". Como siempre, mis palabras salieron a mil por hora, le hice cien preguntas en dos minutos. Y él me contestó todo con su paz y su calidez de siempre. Ese encuentro mínimo duró unos minutos. Y cambió todo. Aunque yo aún no lo sabía.


Comenzamos a entrar a la sala de conciertos. Mi puesto estaba en la primera fila. El de él, como en la diez. No nos vimos en todo el concierto. Solo te vimos a ti. Yo canté tus canciones, me emocioné hasta rabiar, te tomé fotos. Fui feliz viéndote y disfrutándote. Sin saber que meses después te escribiría esta carta para darte las gracias. No solo por venir a cantar, sino por haber sido una suerte de cupido inconsciente, ignorante y mágico de dos almas que llegaron separadas y se fueron juntas esa noche.


Al salir, casi tres horas más tarde, él y yo, compartimos impresiones. Y quedamos en hablar en otro momento. Sin fechas ni mayores acuerdos.


El 12, día feriado en mi país, fue tu segundo concierto. El último. Otra oportunidad para verte. El azar y la tecnología me ayudaron. Y en cuestión de minutos me había ganado dos entradas para verte de nuevo. No podía creer mi suerte. Pero ganarme las entradas fue solo el preludio de lo bueno, de lo maravilloso, de lo grandioso, de lo hermoso. Solo fue la obertura de la pieza magistral que escucho en mi mente y en mi corazón desde hace tres meses Ismael.


Te cuento que lo invité a él. Me atreví. Ni siquiera lo pensé. Solo le dije "Me gané dos entradas para el concierto de hoy. Te animas a ir conmigo?". Su respuesta fue la mejor: "Por supuesto que voy contigo". Y fuimos Ismael. Ahora sí, sentados uno al lado del otro. Cantando al unísono tus canciones. Viviendo por segunda vez la experiencia, pero ahora juntos. Sin saber el camino que comenzaríamos a recorrer. Sin saberlo. Ignorantes de nuevo. Maravillosamente ignorantes.


Nos despedimos sin promesas y con un abrazo. Y esa noche, en medio de un centro comercial cercano al teatro cambió todo. La lluvia del día anterior comenzó a calarme entre los huesos sin elegirla, la música comenzó a bailarme adentro al son de las canciones que él me ha dedicado y cantado en estos meses, los besos llegaron y siguen llegando cada día, el amor se instaló como una mariposa en mi brazo, la sensación de verdad, certeza, confianza y luz están presentes desde ese día.


Y no me queda otra que agradecerte Ismael. Por venir a Caracas, por tocar en mi tierra y por haberme ayudado sin querer a tropezarme con él, el amor de mi vida entera.


Raiza


NOTA MENTAL: Esta carta tiene dos destinatarios. El primero, Ismael Serrano, cantautor de Madrid, al que admiro profundamente. El segundo, a mi queridísimo novio, al que día a día aprendo a amar de una manera diferente y precisa.





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