martes, octubre 09, 2012

La historia de Hugo y Henrique


La historia de Hugo y Henrique



Hugo era un hombre adulto. En su historia, su madre ocupaba un lugar importante. Se había criado solo con ella. Su padre era un desconocido, casi un fantasma, un ser que nunca estuvo presente físicamente.

Hugo tuvo varias mujeres a lo largo de su vida, pero hubo una que le quitó el sueño y el aliento. Se llamaba Venezuela. Era hermosa, fecunda, tenía todo lo que cualquier hombre pudiera desear, incluso más.

De ese amor intenso nacieron unos morochos: Hugo, se llamó uno, como su padre. Al otro, le pusieron Henrique (con H para que tuviera la inicial de su papá). Si bien los dos muchachitos tenían la misma edad y eran idénticos físicamente, eran completamente diferentes en su forma de ser. A Hugo papá esta diferencia lo desconcertaba. Y como no había tenido a su papá, le resultaba difícil ser papá.

Un ejemplo simple. Henrique, desde que tenía unos cinco meses, lograba agarrar el tetero con sus pequeñas manitas, lo sostenía y comía solito. Mientras que Hugo hijo, no lograba tomar la botella entre sus manos. Ahí era cuando su padre, los miraba a los dos y elegía hacer lo que le parecía mejor: ayudar al que no podía hacerlo solo y dejar al otro por su cuenta.

Nuevamente sucedió cuando los pequeños estaban aprendiendo a amarrarse las trenzas de sus zapatos. Henrique, un poco más independiente que Hugo hijo, se fijó bien cuando le explicaron cómo hacerlo y luego de varios intentos, pudo lograrlo. Al principio no fue fácil, pero insistió en hacerlo solo, en poder, en equivocarse varias veces, hasta que lo logró. Se amarró las trenzas de sus zapatos. Sonrió orgulloso de sí mismo. Se sentía importante. Y cuando fue a mostrarle a su papá lo que había logrado, encontró a Hugo papá amarrándole las trenzas a Hugo hijo. Hugo papá estaba ocupado con el hijo que más lo necesitaba y no le hizo caso a Henrique.

 “Necesito que me necesites”

A Hugo papá le gustaba sentirse necesitado por su hijo Hugo. Henrique le parecía a veces muy orgulloso, soberbio. Parecía que no lo necesitaba. Que podía hacerlo todo solo. Que él no tenía nada para mostrarle. Por eso, a veces, pasaba más tiempo con Hugo hijo: él sí lo necesitaba, le pedía, Hugo papá era útil para al menos uno de sus hijos.

Cuando los muchachitos comenzaron a leer, pasó algo parecido a lo narrado anteriormente. Henrique se fajaba en la mesa del comedor con el “ma, me, mi, mo, mu”. No siempre entendía, pero insistía. Hugo hijo, mientras tanto, estaba en el patio de la casa jugando metras o en el cuarto mirando tele. Esperaba a su papá para que lo ayudara con la lección. Por dos razones simples: primero, le parecía que no era tan inteligente como Henrique y que no podía solo; y segundo, su papá seguro lo iba a ayudar como lo hacía siempre.

Ya para ese momento, Hugo papá lo tenía claro: Henrique lo necesitaba menos que Hugo hijo. Por lo tanto, pasaba más tiempo con quien lo necesitaba más. Para sus adentros pensaba: “Cuando yo sea viejo, Hugo se quedará a mi lado. Me acompañará. Seguro Henrique se va y me deja solo”.

El rechazo

Hugo hijo comenzó a rechazar a su hermano Henrique. Si bien eran igualitos físicamente, usaban las mismas franelas y hasta los mismos juguetes, en la práctica, eran bien diferentes. A Hugo le daba rabia que Henrique supiera tanto, que parecía ser más inteligente. “Él tiene cosas que yo no tengo, él puede cosas que yo no puedo”, se decía para sus adentros. Y eso le daba rabia. Pero no le pidió ayuda a su hermano, ni aprendió de él. Hugo hijo se creyó la frase que escuchó muchas veces de la boca de su padre: “Deja eso Hugo, yo lo hago por ti, tú no sabes hacerlo, tú no puedes. Yo te ayudo”.

Henrique, por su parte, si bien sabía cosas y lograba arreglárselas por su cuenta muchas veces, prácticamente no tenía con quién compartir esos logros. Su papá solía estar siempre ocupado con su hermano morocho. Muchas veces se sintió excluido, fuera de lugar, poco querido. En algunos momentos llegó a pensar: “Será que tengo que hacerme el que no puede o el que no sabe hacer las cosas para que mi papá me haga caso?”.

Henrique también empezó a rechazar a su hermano. No entendía cómo otro ser (igualito a él) podía no saber, no poder, no hacer. No lo entendía. “Pero si no es tan difícil”, se decía para sus adentros. En el fondo, más allá de lo que pensaba, Henrique quería sentir que pertenecía a esa familia, que era uno más de ellos, que ser diferente no era sinónimo de exclusión. Pero esa sensación no llegaba, no aparecía. Henrique solía sentirse fuera de lugar.

Hugo papá también desarrolló rechazo por su hijo Henrique. No lo entendía. “Por qué no me necesita?”, se preguntaba. Por otra parte, este hijo le recordaba lo que él no pudo hacer de muchacho, lo que él no había logrado, esa independencia que él tampoco tuvo. Así que sin saber cómo tratar a su hijo Henrique, terminaba por hacer lo de siempre: rechazarlo, ignorarlo o aleccionarlo y, pasar más tiempo con Hugo hijo.
El tiempo hizo que esa casa se convirtiera en un espacio con dificultades para estar y vivir. La tensión entre los tres se hizo presente. Los mejores momentos pasaban cuando los Hugos podían compartir juntos sin Henrique.  Y para Henrique, cuando lograba estar a solas o salir un rato de la casa sin ellos.

La adolescencia

Los muchachos cumplieron 14 años. Entraron en la adolescencia. La dinámica familiar seguía igual. Poco había cambiado en todo ese tiempo. Hugo hijo seguía jugando en el patio o mirando tele, mientras su papá llegaba a ayudarlo con sus trabajos y tareas. Henrique, por su parte, seguía en la soledad de la mesa del comedor, tratando de entender los polinomios de las matemáticas de segundo año, decidido a sacar muy buenas notas y ser el mejor de su clase.

Henrique quería que las cosas cambiaran en su casa, en su familia. No sabía cómo, pero era lo que deseaba. Lo que Henrique soñaba era que Hugo papá o Hugo hijo cambiaran. Quería que su papá fuera un poco más atento con él, no que le hiciera las tareas, pero que al menos lo mirara hacerlas. Deseaba que su hermano fuese capaz de ser más independiente y que necesitara menos a papá. Pero mientras deseaba el cambio de los Hugos, él seguía haciendo lo mismo. Y nada cambiaba.

Hugo papá y Hugo hijo también deseaban que Henrique cambiara, que se pareciera más a ellos. Pero ellos tampoco hacían algo diferente. Así que todo seguía igual.
Henrique pensó muchas veces irse de su casa. Romper con todos los lazos que lo unían a ese padre y a ese hermano, de los cuales se sentía cada vez más alejado. Y al mismo tiempo sentía dolor, por él mismo y su necesidad de afecto y amor, e incluso sentía dolor por su madre Venezuela.

La resolución

La historia de esta familia aún no termina. Siguen inmersos en este círculo de alianzas entre los que “son iguales” y de rechazo entre los que “son diferentes”. Siguen pensando que quien debe cambiar es el otro. Siguen en sus mismas posturas.

La madre Venezuela los mira y suspira. A veces llora lágrimas de lluvia. A veces se enoja en fuego. A veces se cruza de brazos y dice “no hago nada más”. Ella sabe que es un tema de ellos tres. Ella los ama a todos por igual. Los reconoce. Los abraza cuando es necesario.

Quizá las cosas cambiarían si Hugo papá pudiera mirar a sus dos hijos. Y si a ambos pudiera decirles: “Hijos, para mí está bien si lo hacen igual o diferente a mí. Ustedes pertenecen a este sistema. Ambos pertenecen”.

Quizá las cosas cambiarían si Hugo papá dejara de hacer cosas para ser necesitado por el otro y confiara en los recursos de su hijo Hugo y en sus posibilidades. Sobre todo, si comenzara a confiar que su hijo lo amará igual si le hace la tarea o si no se la hace.

Quizá las cosas cambiarían si Hugo hijo comienza a confiar en sí mismo y en sus recursos. Si deja de ser fiel a Hugo papá y le logra decir: “Papá, bendíceme si lo hago diferente a ti”.

Quizá las cosas cambiarían si Henrique asume su diferencia, su mala conciencia y sin culpa logra tomar su destino y hacer lo suyo. Quizá cambiaría todo si logra decirle a su padre: “Papá, me haces falta, tanta falta como te hizo tu papá a ti. Sonríeme si te necesito menos, si puedo solo, si soy feliz. Sé que a donde vaya, estás en mi corazón. Y te reconozco como el grande. Delante de ti, soy pequeño”.

Quizá las cosas cambiarían si Henrique mira a su hermano Hugo, a su morocho, a su igual y le dice: “Hermano, te veo. Veo el precio que has pagado para pertenecer a este sistema. Te honro por ese precio. Tú has pagado un precio más alto que el mío y recién lo puedo mirar. Te doy las gracias por ello. Y sigo mi camino más liviano. Mi camino diferente, mi destino”.
Al final, Hugo y Henrique son hermanos morochos. Paridos por la misma madre: Venezuela. Y ambos pertenecen al sistema, con buena o mala conciencia.

Escrito por: Raiza Ramírez

NOTA de la autora:
Este cuento es solo una analogía. Quizá escrita por mí para mí misma, empujada por la necesidad de cerrar internamente lo sucedido el 7 de octubre de 2012 con las elecciones presidenciales de Venezuela. No pretendo tener razón. Solo intento, a través de la metáfora y de la mirada sistémica, integrar dos fuerzas que están allí y que siguen desintegradas.
Hay algo que no miraba el domingo pasado que ahora comienzo a mirar. Si estas líneas te sirven, qué bueno. Si no, sigue de largo y encuentra otras que te hagan sentido.
Honro a mi Venezuela amada. A los que vinieron antes que Hugo y Henrique. A los que estamos ahora y somos Hugos y Henriques. A los que vendrán después, que ojalá, tengan algo de los morochos y logren tomar su vida y destino entre sus manos y caminar con un poco de paz por esta tierra bendita.
Raiza

jueves, enero 12, 2012

Querido Ismael, Gracias Ismael

Querido Ismael.


Hace exactamente tres meses te vi en concierto en la ciudad de Caracas. El tour se llamaba "Acuérdate de vivir". En principio, solo tocarías el 11 de octubre, pero nos regalaste un concierto más el día 12.


Desde el 2006, cuando escuché tus primeras canciones, me sentí tocada por tu música, por tus letras y metáforas. Lo que no me imaginé Ismael, es que te recordaría por ayudarme a reencontrarme con el amor.


Te cuento Ismael. Me enteré por casualidad que venías a Venezuela. Era un viernes en la noche. El sábado antes de mediodía ya había comprado una entrada para el concierto del 11 de octubre. Aún faltaban meses para la fecha esperada. Yo estaba emocionada. Feliz. Te iba a ver en vivo! Pero qué me iba a imaginar yo que ese 11 de octubre, todo cambiaría - para BIEN - en mis días y en mis noches.


Llegó el día del concierto. Estaba feliz. Te iba a ver. El día esperado desde 2006 había llegado. También había llegado el día más esperado de mi vida, pero yo aún no lo sabía. La ignorancia es a veces un gran regalo.


Llegué temprano al teatro. Caminé entre la gente. Esperaba a unos amigos. Imaginaba que me encontraría con algunos conocidos fanáticos de tu música. No contaba encontrarme con él. No lo tenía ni previsto ni calculado, pero quizá mi corazón si había dispuesto espacio para este abrazo que fue el primero de una nueva etapa.


Ya mucha gente había llegado. No sé qué hora era. Yo estaba hablando con alguien. Y de pronto, como si un hilo me moviera la cabeza, mis ojos se dirigieron hacia la derecha. Él venía entrando. Con su caminar acostumbrado, con su corbata hermosa y su olor profundo y perfecto. Lo vi a la distancia y me sonreí sin darme cuenta. Te cuento Ismael, que salí corriendo a saludarlo. Él también ya me había visto a lo lejos. Creo que me tiré en sus brazos. Tiempo sin verlo. Sin olerlo. Sin decirle "Qué bella tu corbata". Como siempre, mis palabras salieron a mil por hora, le hice cien preguntas en dos minutos. Y él me contestó todo con su paz y su calidez de siempre. Ese encuentro mínimo duró unos minutos. Y cambió todo. Aunque yo aún no lo sabía.


Comenzamos a entrar a la sala de conciertos. Mi puesto estaba en la primera fila. El de él, como en la diez. No nos vimos en todo el concierto. Solo te vimos a ti. Yo canté tus canciones, me emocioné hasta rabiar, te tomé fotos. Fui feliz viéndote y disfrutándote. Sin saber que meses después te escribiría esta carta para darte las gracias. No solo por venir a cantar, sino por haber sido una suerte de cupido inconsciente, ignorante y mágico de dos almas que llegaron separadas y se fueron juntas esa noche.


Al salir, casi tres horas más tarde, él y yo, compartimos impresiones. Y quedamos en hablar en otro momento. Sin fechas ni mayores acuerdos.


El 12, día feriado en mi país, fue tu segundo concierto. El último. Otra oportunidad para verte. El azar y la tecnología me ayudaron. Y en cuestión de minutos me había ganado dos entradas para verte de nuevo. No podía creer mi suerte. Pero ganarme las entradas fue solo el preludio de lo bueno, de lo maravilloso, de lo grandioso, de lo hermoso. Solo fue la obertura de la pieza magistral que escucho en mi mente y en mi corazón desde hace tres meses Ismael.


Te cuento que lo invité a él. Me atreví. Ni siquiera lo pensé. Solo le dije "Me gané dos entradas para el concierto de hoy. Te animas a ir conmigo?". Su respuesta fue la mejor: "Por supuesto que voy contigo". Y fuimos Ismael. Ahora sí, sentados uno al lado del otro. Cantando al unísono tus canciones. Viviendo por segunda vez la experiencia, pero ahora juntos. Sin saber el camino que comenzaríamos a recorrer. Sin saberlo. Ignorantes de nuevo. Maravillosamente ignorantes.


Nos despedimos sin promesas y con un abrazo. Y esa noche, en medio de un centro comercial cercano al teatro cambió todo. La lluvia del día anterior comenzó a calarme entre los huesos sin elegirla, la música comenzó a bailarme adentro al son de las canciones que él me ha dedicado y cantado en estos meses, los besos llegaron y siguen llegando cada día, el amor se instaló como una mariposa en mi brazo, la sensación de verdad, certeza, confianza y luz están presentes desde ese día.


Y no me queda otra que agradecerte Ismael. Por venir a Caracas, por tocar en mi tierra y por haberme ayudado sin querer a tropezarme con él, el amor de mi vida entera.


Raiza


NOTA MENTAL: Esta carta tiene dos destinatarios. El primero, Ismael Serrano, cantautor de Madrid, al que admiro profundamente. El segundo, a mi queridísimo novio, al que día a día aprendo a amar de una manera diferente y precisa.





domingo, octubre 30, 2011

Qué difícil!


Qué difícil cada chao. Qué difícil cada despedida. Cada último beso del día, de la noche o de la tarde.
Qué difícil no dejarte mi corazón en consignación en cada encuentro.
Qué difícil no perderme en tu aliento.
Qué difícil olvidar tu olor. El roce de tus manos por mi cabello, o los besos que mis manos reciben de tu boca y que las hace sentir acariciadas y felices.
Es difícil no cerrar los ojos ante el abrazo. Es difícil no suspirar cerca de ti. Es difícil no sentir que el corazón estalla dentro de mí con cada segundo que pasa.
Qué difícil no quedarme. O no dejarte irte.
Es muy difícil no derretirme, diluirme, o no entregarme ante cada palabra, gesto, mirada o momento de risa.
Qué difícil no ceder ante la causalidad y sus mensajes.
Qué difícil es dejar de sonreír cada vez que te recuerdo.
Qué dificil  es no quererte cada día más.

Es difícil marcharme a solas. Solo lo hace más fácil la seguridad del próximo beso, de la próxima mirada y de la siguiente sorpresa. Solo lo hace más fácil, la seguridad que tiene mi alma de que a pesar de la distancia entre tu cama y la mía... hay una distancia interna que ya no es tal.

Es difícil, cada vez más difícil el último beso del día, de la noche o de la tarde.




lunes, octubre 24, 2011

Bienvenidas mariposas



Estando en Cataratas de Iguazú, vi una cantidad de mariposas que nunca había visto en mi vida. No parecían parte de  la naturaleza, parecían más bien otros visitantes más del parque. Ellas se montaban en los trenes, caminaban a nuestro lado, se sentaban en las banquetas verdes para descansar.

Una de ellas, creo que la más lanzada del grupo, se detuvo en mi brazo. Suave, delicada, gentil, casi imperceptible y, al mismo tiempo, hermosa, imponente, bella, presente, total.

Así me siento ahora. Exactamente así. Como cuando esa mariposa se detuvo a vivir unos segundos en mi brazo. Y logramos convivir juntas de una manera suave y sutil. Como quien sabe perfectamente que “algo” hermoso llegó y al mismo tiempo que nada pesa, que sus patas aterrizaron suavemente y sus colores se hacen notar.

Estoy embebida. Tomada. Con tal sutileza que parece que “nada” estuviera sucediendo. Y al mismo tiempo, estoy tomada, embebida y “todo” está sucediendo.



Bienvenidas mariposas.

domingo, julio 03, 2011

La gerencia al estilo del elefante encadenado


Hay un cuento que me gusta mucho que se llama "El elefante encadenado" (publicado en este blog en febrero de 2009, en el siguiente link http://rairam.blogspot.com/2009/02/el-elefante-encadenado.html)

El cuento narra cómo un elefante muy grande termina por creer que NO PUEDE arrancar la cadena que lo ata, por una simple razón: cuando era un infante, lo intentó y no pudo. Y pasado el tiempo, terminó por creer que ya no puede más.

Uso esta analogía como referencia a lo que veo ahora en mi país, ante la "ausencia física" del presidente Chávez.

Tengo la sensación de que este estilo de mando que ha tenido el presidente durante todos sus mandatos, lejos de hacerle bien a su propia gente, los ha disminuido. Ellos, sus ministros, sus diputados, sus funcionarios y sus mismos seguidores, son como este elefante encadenado. Creen que no pueden solos, creen que no pueden arrancar esa cadena ni ese clavo que los ata al suelo. Necesitan a "su amo", a quien los encadenó para que ahora los libere. Y eso me resulta triste.

Un ejemplo de ello es la necesidad constante de nombrarlo en cada discurso o palabra que se emite. O la necesidad de colocar su retrato a como dé lugar en cualquier acto, oficial o no. Necesitan la presencia del amo, porque sin él, no pueden seguir caminando. Al menos, eso es lo que parece desde afuera.

Es una forma triste de gerenciar un país. De manejar una historia.

Lo que quizá sería más triste es que la oposición caiga en este mismo rol y se convierta en un elefante encadenado más. Un gran animal que no puede avanzar porque el que manda en el circo no se encuentra presente.

Qué hará falta? Que nos creamos que somos animales más grandes, crecidos y posibles? Que creamos que ya somos adultos y podemos caminar por nuestra cuenta? Que pensemos que SI PODEMOS?

Si quieres leer el cuento del Elefante Encadenado, haz CLIC AQUÍ.

Raiza Ramírez
3 de julio de 2011

martes, febrero 15, 2011

Hace 50 años


A 50 años de aquél Carnaval



La historia dice que era martes de Carnaval. Era 14 de febrero de 1961. Mi mamá y sus hermanas salieron a la calle a mojar gente, como parte del juego de los días de Carnaval. Mi papá, al parecer ya había jugado suficiente y estaba vestido, bañado y tranquilo, sentado en una calle de Los Jardines del Valle. Mi mamá y sus hermanas mojaron a mi papá. Y allí fue cuando se conocieron. Ella tenía 17 y él 14.

Este 14 de febrero de 2011 cumplieron 50 años de haberse conocido. Siguen juntos. Y fueron a celebrar con un almuerzo.

Me encanta su historia. Con sus más y sus menos. Me encanta que sigan juntos. Y me gusta ver a mi mamá emocionada vistiéndose porque mi papá la viene a buscar para ir a celebrar sus 50 años juntos. Primero como amigos, luego como novios, como esposos, padres, compañeros... y un largo etcétera.

Gracias a ellos tengo mil cosas que decir y compartir. Ellos me formaron, me educaron, me han dado mucho amor y comprensión. Me han apoyado. Me regañaron en su momento. Me abrazaron y aún lo hacen. Compartimos. Los veo a diario. Soy afortunada de tenerlos. Y soy feliz por verlos juntos. Es el mejor regalo de San Valentín que pude recibir hoy.

miércoles, noviembre 17, 2010

La diferencia entre el pino y el pino de Navidad

Nos enamoramos ciegamente, dicen. Por lo menos así nos enamoramos mi amiga Mache y yo de nuestros queridos amores. Ciegamente. Llenas de ilusiones. Entregadas.

Hoy Marce me hizo la analogía perfecta de lo que sucede cuando te enamoras y luego cuando ese amor se va apagando.

La imagen de cuando te enamoras es:



Vemos a nuestro amor con estos ojos. Vemos a nuestros amores como Pinos de Navidad: hermosos, llenos de luces, regalos, detalles, bolitas hermosas, adornos espectatulares. Son los pinos más bellos que persona alguna puede mirar o tener en su casa. Son perfectos, destellantes, luminosos. El solo hecho de verlos ya es un regalo para la vista y para el alma.

Pero el tiempo y las acciones hacen que ciertas cosas cambian. Y con esas modificaciones, el pino también cambia. Y el Pino del desamor es así:


Es diferente al anterior. Es un pino hermoso, fuerte y con muchas cualidades, pero es solo un pino. Ya las lunes, los adornos y los regalos no están. Es un pino, hermoso como cualquier pino.

Y allí nos hacemos la pregunta: Quién cambia? Nosotras? Nuestro amor? O los Pinos?


Con mucho amor para mi querida Mache,

Raiza

jueves, octubre 14, 2010

Chile, sus mineros y sus estados de ánimo


Chile, sus mineros y sus estados de ánimo
desde la mirada Ontológica

Siempre nos encontramos en un estado de ánimo. Nos poseen y nosotros los poseemos a ellos. Nuestros movimientos de vida tienen que ver con esos estados de ánimo.

Según el Coaching Ontológico, nuestras acciones se mueven según el estado de ánimo en el que nos encontramos. Señalan además que no los elegimos, simplemente estamos allí.

Y aunque no elegimos ni controlamos a nuestros estados de ánimo, sí podemos –de acuerdo a la mirada del Coaching- ir modificando los mismos con nuestro accionar y encontrando una posibilidad de hacerlo de otra manera.

El Coaching Ontológico habla de cuatro estado de ánimo: resentimiento, resignación, paz y ambición.

¿Qué los diferencia? ¿Qué los distancia? ¿Cómo sé en cuál estoy?

Hay dos variables que marcan estos estados: lo fáctico y lo posible, por una parte; y la aceptación y el rechazo, por otra. Detallemos lo que se aprecia en la imagen.




Lo fáctico se refiere a esos hechos que NO puedo modificar.

La posibilidad se refiere a esas acciones que SI puedo hacer.

Y luego, como seres humanos nos podemos mover en este espacio de aceptar o rechazar, tanto los hechos como las posibilidades.

A saber y desde la mirada del Coaching Ontológico, me encuentro en RESENTIMIENTO, cuando rechazo lo fáctico. Es decir, cuando no acepto lo que está sucediendo y no puedo cambiar.

Me encuentro en PAZ, cuando acepto lo fáctico. Esto pasa cuando no me peleo con lo que está sucediendo y no puedo cambiar.

Estoy en RESIGNACIÓN, cuando rechazo lo posible. Cuando no acepto o no puedo mirar las posibilidades que existen y que pueden estar a mi alrededor.

Y me muevo desde la AMBICIÓN cuando acepto lo posible. Cuando tomo las posibilidades entre mis manos y desde allí acciono y me muevo.

El caso de Chile y sus Mineros




Al ver el caso de los 33 Mineros de Chile que pasaron 69 días atrapados en la mina de San José y que fueron rescatados, uno a uno, en un esfuerzo conjunto, pensé en este cuadrante de estados de ánimo. E imaginé que tanto los protagonistas de esta historia, como sus familiares y las autoridades vinculadas al caso, seguramente habrán pasado por estos estados de ánimo durante el tiempo que duró la historia.

El 5 de agosto de 2010, según indican los reportes de los medios de comunicación, los 33 mineros quedaron atrapados en su sitio de trabajo luego de un derrumbe. En un primer momento, ni ellos, ni los familiares, ni las autoridades sabían si el rescate podría darse de manera exitosa. Afuera, no sabían si los mineros estaban vivos o no.

¿Cuál podría ser el estado de ánimo de ese momento? Quizá el RESENTIMIENTO. El rechazar o no aceptar un hecho fáctico imposible de modificar. ¿Cómo modificar el derrumbe de la mina? ¿Cómo modificar el hecho de que estos 33 hombres se quedaron atrapados 700 metros bajo tierra?

Ahora bien, ¿Qué pasa si me quedo instalada en el RESENTIMIENTO? ¿Qué pasa si me paralizo en NO aceptar lo que NO se puede cambiar? Desde este estado de ánimo será difícil activar acciones que puedan llevarme a sentirme mejor. Si me instalo allí puede comenzar la desesperanza, en el caso de Chile, tanto para los que estaban encerrados como para los que estaban afuera –familiares y autoridades-.




El primer mensaje del Gobierno Chileno fue “Haremos todo lo humanamente posible para rescatar a los sobrevivientes”. ¿Qué estado de ánimo se puede encontrar detrás de esta frase? AMBICIÓN.

Por una parte, el Presidente Chileno indica que harán “lo humanamente posible”, desde el lenguaje esto habla de accionar desde LA POSIBILIDAD, desde lo que sí puede ser. Y en segundo lugar, habla de “rescatar a los sobrevivientes”. Aquí puede haber un dejo de PAZ (entre líneas), pues en el momento de emitir ese mensaje, aún no se sabía en qué estado de salud se encontraban los mineros y si estaban vivos todos. En la PAZ logro aceptar eso que no puedo cambiar, como por ejemplo, hubiera podido ser el hecho de que alguno de los trabajadores se encontrara lesionado o hubiera fallecido alguno en el derrumbe.

La RESIGNACIÓN pudo hacerse presente de una manera tenue, cuando el 12 de agosto (una semana luego del accidente), el Ministro de Minería expresa que son escasas las posibilidades de encontrar a los mineros con vida. A pesar de las posibilidades (diferentes formas de rescate), las acciones pudieron haberse paralizado por la falta de noticias de los 33 hombres atrapados bajo tierra.




Sin embargo, la AMBICIÓN parece haberse instalado desde el momento en que las autoridades recibieron un mensaje escrito en papel que decía “Estamos bien, los 33, en el refugio”. Ambición tanto para los mineros, como para los familiares y las autoridades a cargo del caso.

A partir de ese momento y hasta el 12 de octubre de 2010, en horas de la noche, cuando el Fénix 2 comenzó a bajar para rescatar a los 33 mineros más famosos y conocidos del momento, la AMBICIÓN sería el estado de ánimo que les permitió a todos los involucrados mover recursos, accionar y generar movimientos que finalizaron en un día completo lleno de emociones, lágrimas, abrazos y éxito.

Esa AMBICIÓN se traduce en ver las posibilidades y accionar en torno a ellas para lograr una meta o alcanzar un objetivo.

Para poder estar en la AMBICIÓN, necesito mirar esas posibilidades, ver lo que SÍ se puede hacer, e incluso buscar otros ojos que me ayuden a mirar (tal y como lo hizo el Gobierno Chileno al pedir ayuda a otros países como Suiza y Estados Unidos).

Para estar en la AMBICIÓN necesito una meta que, en este caso, estaba muy clara: rescatar a los 33 mineros, traerlos de regreso a la tierra.

Y este mismo estado de ánimo fue el que tuvo que estar presente en los mineros dentro del refugio donde se encontraban. La AMBICIÓN es el estado de ánimo que les permitió mantenerse saludables, activos, en movimiento a pesar del espacio reducido. Este mismo estado de ánimo los ayudó a organizarse, tener una rutina y aprovechar los recursos posibles y sus propios recursos. Organizaron tres grupos, les colocaron nombres, hubo líderes. Cada hombre fue reconocido por sus cualidades (uno de los mineros fue apodado “el médico” porque sabía más de primeros auxilios, por ejemplo)

Cada vez que veía salir el Fénix 2 y aparecía un nuevo minero saludable y lleno de emoción abrazando a sus familiares y a las autoridades que los esperaron a todos durante las casi 24 horas que duró el rescate, pensaba en esa palabra y lo poderosa que puede ser: AMBICIÓN. Y me decía: ese es el estado de ánimo que movilizó al país entero para poder lograr esta hazaña. Es este el estado de ánimo en el que se pudieron mover los involucrados en el caso para accionar desde las posibilidades y alcanzar la meta.



Cuando llegó la noche del 13 de octubre y el Presidente de Chile agradeció a todos y dijo que era el tiempo del descanso, se cerró este capítulo de la historia chilena. Y creo que hay un gran aprendizaje dentro de ella.

Las últimas preguntas que quisiera hacer en este escrito son más bien reflexivas: ¿En qué estado de ánimo te encuentras? ¿Lo logras identificar? ¿Quieres estar allí? ¿Hacia dónde deseas moverte? ¿Qué ganas y qué pierdes si te quedas en el estado en el que estás? El tiempo es AHORA. Y seguro que lo puedes hacer.


Autor del texto: Raiza Ramírez
Psicoterapeuta Gestalt y Terapeuta en Constelaciones Familiares
Actualmente cursando la Formación de Coaching en Indelser, Venezuela.

sábado, agosto 28, 2010

La empresa con un solo empleado


Por muchos años esta mujer tuvo y mantuvo una empresa de múltiples empleados. Estaba tan atareada con sus ocupaciones que se olvidó de ella misma. A veces no se pagaba el sueldo, hubo años en los que no vio utilidades. Hubo momentos en los que una conversación para desahogarse era necesaria, pero prefería utilizar sus oídos para atender a sus empleados, a esos que dependían de ella. En el fondo, era feliz. En el fondo, era infeliz. De cualquier manera, pensó que valía la pena este sacrificio.

Pasó el tiempo. Sus empleados fueron creciendo, cambiando, mutando. Fueron sintiendo otras cosas. Comenzaron a necesitar cambios. Fueron renunciando. Poco a poco, uno a uno. La mujer, jefe por mucho tiempo de esa empresa maravillosa, casi no notó los cambios. Estaba inmersa y dedicada a hacerlos a todos los que estaban muy felices. Su vida seguía más o menos igual. A veces no cobraba sueldo, casi no pasaba por su oficina.


Un día, un día que amaneció diferente. La mujer llegó a su empresa, a su bella empresa y se quedó perpleja. No había nadie. Ni un alma. Estaba todo vacío. El primer sentimiento que la invadió fue la sorpresa. No lo podía creer. Buscó en su libro de empleados y solo le quedaba uno en la nómina: ella misma.

Luego de la sorpresa llegó la tristeza. Se sentía sola. Profundamente sola. Ya no tenía a quién atender y a quién solucionarle sus temas laborales. Ahora el negocio no solo dependía de ella, sino que era solo para ella.

Pasó un tiempo antes de que pudiera disfrutar esta nueva empresa unipersonal en la que se había convertido su vida. El día que comprendió que los ingresos eran todos para ella en este momento, el día que supo que las utilidades ya no las tendría que compartir, el día que se dio cuenta que tenía mucho tiempo para ella y sus necesidades, ese día comenzó a disfrutar su propia empresa, su propia historia, su propia vida.



NOTA:
Esta historia es una analogía de alguien que en vez de dedicarse a vivir su propio destino, por amor a los suyos, decidió hacerse cargo de su familia por muchos años, olvidándose de ella misma.
Luego de hacer un movimiento de Constelaciones Familiares, su empresa quedó sin empleados y ella comenzó a hacerse cargo de su propio destino. Primero, con mucho dolor; luego, con mucho amor por ella misma y por los suyos.





Los que nos aman sonríen cuando nosotros somos felices.
Los que nos aman lloran cuando nosotros lloramos.
El sacrificio no hace crecer a la familia. El movimiento sí!

Autor del texto: Raiza Ramírez

lunes, agosto 23, 2010

El Terapeuta en Constelaciones Familiares


Después de algunos años (no tantos) de experiencia con el trabajo de Constelaciones Familiares me atrevo a escribir algunas ideas del rol del facilitador que aplica este tipo de terapia, bien sea para grupos o de manera individual. Son reflexiones basadas en la experiencia y sobre todo en el trabajo con los grupos de formación. Es mi humilde visión. No una verdad absoluta.



Una de las primeras frases que me viene a la mente cuando pienso en un terapeuta de Constelaciones Familiares es la siguiente: “El constelador pone el 50% en el trabajo y el otro 50% lo coloca el paciente”. Éste es un buen comienzo de la consulta.

Técnicamente hay varias maneras de hacer una constelación. Creo que el estilo y los recursos de cada terapeuta son lo que marcarán la diferencia en cada caso. Y no hay casos iguales.

Ver a cada persona como única y a su tema y a su familia como algo único es quizá una de las mejores herramientas que podemos tener para abordar un caso. Es importante no dar nada por sentado.

Otra de las ideas importantes es el lugar que ocupo como terapeuta. No se más que mi paciente, jamás. Él es quien sabe su historia y la cuenta como puede. Yo solo soy una hormiga delante de su sistema. De su sistema perfecto como es.

Mi trabajo tiene que ver con mirar compasivamente al que tengo en frente y saber que ha hecho lo mejor para su familia, aunque sea desde el amor ciego, infantil y con la lealtad ciega que caracteriza a los embrollos sistémicos.

Lo primero es no juzgar. En ningún momento. No hay buenos ni malos. Los hilos de cada familia se tejen como pueden. Y así es perfecto. El trabajo, a través de la entrevista o preguntas tiene que ver más con encontrar repeticiones, ver a quién o a qué se excluyó y cómo ese sistema familiar encontró su forma de compensación para mantenerse.

Hay dos preguntas que suelo hacer al principio del trabajo y que me gustan mucho. No son originales ni de mi creación. Las he tomado prestadas de gente que sabe mucho más que yo, como Carola Castillo y Joan Garriga.

Las preguntas son simples y muy complejas al mismo tiempo:
1) ¿Cuál es tu tema o qué quieres mirar?
2) Si hacemos la constelación, ¿Qué vas a lograr?, ¿Qué va a cambiar o será diferente?











Una vez hecha la entrevista, seleccionado el tema y conversado con el paciente, el terapeuta escoge los representantes con los que se comienza el trabajo. Hay un principio que me gusta aplicar y que aprendí en la formación: mientras menos, mejor. Esto quiere decir que mientras menos representantes escojamos, puede ser mejor para el trabajo.

Cuando tenemos a los representantes ubicados, comienza el trabajo. Bien sea individual o grupal la constelación, es importante que al sistema se le dé un tiempo para comience el movimiento. Aquí es donde es importante la espera y la observación.

Es fundamental ver los movimientos corporales de los representantes que están dentro de la Constelaciones. Y también es muy importante conectarse con el trabajo para percibir qué emociones pueden manifestarse en el trabajo.

Personalmente, creo que el trabajo es en una gran medida fenomenológico. Es decir, seguimos el movimiento tal y como se va dando. Solo lo seguimos. Desde la observación.

Dejamos a un lado el miedo y lo transformamos en respeto. Dejamos a un lado las intenciones de que venga lo que creemos que es “la solución” y las transformamos en un asentimiento y rendición ante lo que es más grande que nosotros. Miramos y acompañamos al paciente en esta mirada. No le explicamos nada. A veces si la mente no entiende, lo estamos haciendo muy bien. Este trabajo, ha dicho Bert Hellinger, que es para el alma y para el gran alma familiar.

Respetamos los movimientos que se den. Esto forma parte de asentir al sistema del otro. No buscamos un final feliz en la Constelación, a pesar de que las palabras de resolución que indiquemos sean para que todo el sistema esté un poco mejor que cuando empezamos.

Posteriormente a los movimientos, integración de nuevos representantes (o no) y nuevos movimientos del sistema, vienen las palabras de resolución. Si bien hay algunas frases muy utilizadas en los trabajos de Constelaciones, he integrado la posibilidad de que los representantes o el cliente diga lo que desee y le nazca decir.

Uno de los “secretos” de las Constelaciones es que las frases de resolución deberían funcionar para el sistema entero y sabemos que decimos la frase indicada, cuando le persona luego de pronunciarla respira profundamente, reporta un alivio o dice sentirse mejor que antes. Ese es el trabajo. Sin intención de que suceda. Solo va a suceder lo que tenga que suceder.

El cierre del trabajo depende igualmente de cada terapeuta y su estilo. Hay quienes terminan con una frase de reflexión o con una tarea. Otros, pueden usar un anclaje sobre lo que se vio en el trabajo, esto quiere decir, una frase que quede grabada en el cliente.

Personalmente, suelo revisar o chequear con el paciente cómo se siente ante el trabajo realizado. Y le indico que puede hacer una pregunta y que puede que yo la conteste o no. Lo anterior no es un acto de soberbia, es que el trabajo del constelador no está en explicar lo que se hizo. El movimiento es invisible y poderoso. Y se lleva dentro.

Hay muchas preguntas que pueden surgir, especialmente para las personas que están comenzando a transitar esta vía. La mejor manera de responder esas dudas es trabajando. Con respeto y sin miedo. De a poco. Llegando hasta donde puedo y hasta donde puede mi paciente. No forzando la barra ni deseando realizar algún movimiento en particular. Dejar la intención a un lado es la mejor garantía de que el trabajo se dará como tiene que darse.

El sistema es lo suficientemente parlanchín o chismoso como para forzarlo. Nuestro trabajo realmente consiste en tener los ojos bien abiertos, así como el corazón, para acompañar sin juicios, intenciones y con mucho respeto a quien amorosamente nos pide que lo ayudemos a mirar.

En pocas palabras: respeto, asentimiento, no juicios, no miedo, ojos abiertos y la conciencia de que mi paciente y su destino van de la mano. Y que mi destino y yo también lo hacemos.



Autor del texto: Raiza Ramírez
Psicoterapeuta Gestalt y Terapeuta en Constelaciones Familiares.

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